Archivo por meses: enero 2007

Ramón Gaya: Música, creación, alma

Texto publicado en PopMadrid el 28 de enero de 2007

Acabo de llegar de la fantástica exposición sobre las Misiones Pedaggicas del Conde Duque, y entre los diferentes documentos y piezas que se exhiben están varias de las copias de obras del Museo del Prado que Ramón Gaya hizo para el Museo del Pueblo, además de las increíbles fotos de Val del Omar (tan querido por Mochu) de niños en el momento de ver por primera vez el cine.

Ver su obra me ha animado a seguir con la serie ”la música y sus definiciones”. Creo que tras un cineasta, un músico y un escritor, BuñuelSatiePla, ahora debemos darle la voz a un pintor, quizá el creador más íntegro, independiente y solitario del siglo XX español, tan buen pintor como escritor. Los textos pertenecen a la Carta a un músico amigo sobre Victoria de los Ángeles. Ramón Gaya, Obra completa, Tomo I, Pre-Textos, 1990. Ahí van:

La música, la música verdadera, cierta, no es algo que suena y que sucede en el tiempo, sino algo, diramos, mucho más inasequible, más difícil, más recóndito; algo que ya existe, sin duda, antes de sonar, y que… permanece después de haber sonado, o sea, algo que está perennemente ahí, en una especie de silencio vivo. Lo demás -todo eso que sólo se produce y existe en el tiempo-, ya se sabe, no es más que ruido (como dijera aquel), un ruido más o menos feliz y más o menos meritorio; es un ruido demasiado material, es una ruidosa materialidad, vacía precisamente de música, y que, confundidos, buscan afanosamente y escuchan arrobados multitud de… melómanos, musicólogos, críticos y… gustadores. Sí, así es de rara y enigmática la substancia de la música, como lo es asimismo la substancia del baile o la del toreo -por lo demás, entreverados también de música-, ya que por un lado parecen darse y manifestarse en el tiempo, y por otro sabemos que no pertenecen a él.

La relación, la comunicación de Victoria de los Ángeles con la música (como ya te dijera, hace años, en Roma, donde la oímos juntos) no es sólo una relación de intérprete, de gran intérprete, sino de… creador, y no porque altere la escritura de Haendel, Mozart, Schubert, Massenet, Debussy, sustituyéndola con una invención propia, sino porque, antes de tropezarse con la escritura de éstos, parece como si se hubiese tropezado ya con ellos en… la música, en la concavidad de la música, en donde habita la pura y sola música -pues no hay más que una-; se encuentra en ellos, y junto con la música que ha ido, como ellos, a recoger en la fuente misma, primordial, de la música, puede venir hasta nosotros para darnos, no una versión -no una interpretación- de tal lied de Schubert o del Porgi amor de Mozart, sino algo, dirase, como una… totalidad.

La mejor crítica especializada -la mejor posible, pero siempre, claro, como es su costumbre, sin espíritu ha podido, con sobrada razón, señalar en Victoria de los Ángeles su ”elegancia de estilo”, su ”fraseo excepcional”, su ”dicción clara y limpia”, la ”belleza de su voz”, la ”pureza de su timbre”, la ”facilidad de su técnica”, el famoso ”velutato”, e incluso algunos críticos… mejores han podido entrever, entreoír, intuir… eso que hay, decididamente, en su canto, de tan singular, de tan inefable. Pero ahí se detiene todo. Porque a la crítica -no sólo a la crítica de música, sino a la de cualquiera otra de las artes- no se le ocurre nunca pensar en el… espíritu, y mucho menos, claro está, en el… alma. Pero esos dos misterios existen. Es decir, casi no existe más que eso verdaderamente.

Imagen del blog Ramón Gaya.

Mirafiori y la ecuación del tiempo

Texto publicado en PopMadrid el 12 de enero de 2007

Me compré el otro día el disco de Mirafiori, «No podemos volver a casa». Lo estoy escuchando mientras escribo este comentario. No sé muy bien si escribir sobre las canciones del disco, si trazar una pequeña historia del grupo desde sus maquetas hasta hoy, si hablar del tipo de música que hace Mirafiori y oponerlo a sus coetáneos e influencias, si hablar de Nacho, de astronomía, de Fra Angélico o si acabar el comentario con este punto y aparte.

Sí que voy a decir que Nacho es amigo mío, aunque no nos veamos desde hace años; que El idioma de las flores es la versión actualizada de El eterno femenino, y que es bastante mejor; que La Anunciación de Fra Angélico es una de las obras de arte más bellas del arte occidental, es decir, del arte; que creo que el sonido ha ganado un montón con Guille; que sus continuas referencias al tiempo, tanto al atmosférico como al que hace que mi despertador me grite todos los días a las siete de la mañana, crean un ambiente opresivo a la vez que de espacios abiertos a lo largo de todo el disco; que la próxima vez que toquen en directo iré a verlos; que la última canción, Acto de constricción, es tan increíblemente arriesgada, moderna y provocadora que solamente por eso es la mejor canción del año; y que si no acabé el comentario en el anterior punto, lo acabo en éste.

Hombres G contra The Smiths

Texto publicado en PopMadrid el 6 de enero de 2007

Hombres G continuaron la obra de The Smiths. Intencionadamente o no, imagino que a sabiendas, dada su gran capacidad para copiar, Hombres G fueron los únicos seguidores en España de los de Manchester… En el diseño de las portadas de sus discos.

hombresg

Evidentemente los madrileños carecen en sus portadas -y, por supuesto, en el contenido- de la continuidad y el trabajo conceptual de The Smiths, alternando así algunas carátulas claramente dentro de la órbita de The Smiths, como la del single de «Te quiero» o las de los dos primeros elepés (en este caso incluso con el código de colores que luego tan bien han imitado Belle & Sebastian) con otras repugnantes, que estropean toda la posible uniformidad y coherencia del trabajo gráfico. Pero la influencia monocroma y cinéfila es evidente, además de la menor calidad.

smiths

Quizá en esa época solamente Jacobo Pérez-Enciso hizo con Esclarecidos algo parecido a lo que hicieron The Smiths. Ni Radio Futura, que daba bandazos, ni Dinarama, que sí que lo hacía, pero disco a disco, no a lo largo de varios, hicieron algún tipo de carrera gráfica.

Hasta que llegó Javier Aramburu, y con Le Mans, la buena vida y Los Planetas hizo lo mismo que diez años antes haba realizado de una manera inolvidable el grupo de Morrissey.