Archivo por meses: mayo 2016

De los cinco hermanos Jones

Texto publicado en Garapullos el 8 de mayo de 2016

Ayer me fui por la tarde con una amiga a ver la primera corrida de rejones de los Isidros y estuvo divertida la tarde, no salimos a hombros como Andy Cartagena pero nos fuimos de copas al salir de la plaza, así que bien. A veces más show caballístico que corrida de toros, con los rejoneadores cambiando de caballo -a cual más bonito- casi más que el plasta de Nels Cline de guitarra en los conciertos de Wilco, pasamos un rato muy agradable tomando unas cervezas, intentando recordar cómo se llamaba el caballo de Pippi  Calzaslargas y respondiendo obedientes a las peticiones de aplausos de los rejoneadores, manía que odio desde que se la vi a los saltadores de longitud.

Andy Cartagena fue el más sobrio de los tres y por eso fue el que más me gustó, si hubiera matado bien el primero se hubiera vuelto a Benidorm con el maletero del haiga lleno de orejas, pero para rematar al toro le asestó más puñaladas que los cabrones del Night’s Watch al simple de Jon Nieve.  Luego salió al ruedo Diego Ventura poseído por un espíritu futbolero que daba una cierta grima porque cada vez que le salía bien una banderilla al quiebro se iba del toro haciendo unos aspavientos que ni Kempes cuando marcó a Holanda en el Monumental. Un poco feo eso y también lo de tocar la testuz del toro con las manos cada dos por tres. Al igual que Andy, mató tan mal que se quedó solamente con una oreja en su segundo gracias a que el Presidente no hizo caso a la pañolada que pedía la segunda. Bien ese presi. Y queda Manuel Manzanares, al que le tocó un primer toro que era Mariano Rajoy, el tío se quedó en el centro de la plaza y no movió ni un solo músculo mientras Manzanares y su cuadrilla revoloteaban a su alrededor intentando provocarle una arrancada, así que le clavó todas las banderillas y demás armas blancas como quien hace dibujitos en la tierra con el paraguas mientras habla por el móvil. En su segundo dio la impresión de que fue al revés, el que pasó de moverse fue Manzanares y la corrida acabó con silencio y frío.

Y poco más, a ver qué tal va hoy el tema, si para la manta de agua y si hay novedades en la cabeza de la Liga o seguimos con la tensión otra semana más. Espero que lo primero.

De la ceremonia inaugural de la Feria de San Isidro 2016

Texto publicado en Garapullos el 7 de mayo de 2016

En su ingenuidad uno pensaba que por ser la primera corrida de San Isidro y debido a la galopante lasvegasización de cualquier evento masivo iba a haber una fastuosa ceremonia de inauguración de la Feria, con La Fura del Baus haciendo el gañán y el cursi sobre el albero de Las Ventas, la momia de Arturo Fernández declamando un vibrante pregón y dos mil quinientos chinos desfilando sonrientes al ritmo del Jim Dinamita tocado por la Banda Sinfónica Municipal de Madrid pero no, no hubo nada, la Feria de San Isidro cambia menos que la Kaaba y el festejo comenzó como todas las últimas tropecientas corridas en Madrid, con el paseíllo de los tres héroes y un público esperanzado.

Luego, lo que esperábamos, tres filas más atrás unos cenutrios en traje y que venían ya tibios de la comida estuvieron la mitad de la corrida hablando a gritos del divorcio de uno de ellos, chaparrones intermitentes, un par de cervezas, los listos que al tercer tranco del toro ya saben que éste cojea de la pata trasera izquierda, pequeñas charlas con el compañero de abono sobre recuerdos de faenas gloriosas y la Cita de Milán del día 28, Luque que parece que lo intenta pero no puede, desperezarse entre toro y toro tuiteando o respondiendo a algún grupo de chat, los picadores que no dan una a derechas, planes para ir a Nimes, algún toro que sí que parecía demasiado pequeño pero que, como los jugadores del Madrid, era un atleta, y poco más, que la tormenta de verdad que se desató en el último toro hizo que al final todo se precipitara, al igual que ocurre en los telefilmes de sobremesa de Antena 3, cuando el programa informático que ha usado el guionista para construir la trama se inventa un final descabellado y abrupto para poder así cerrar la película en noventa minutos.

El final de mi película de ayer no terminó como los telefilmes de los findes, fue más como el de Cielo negro, con el trávelin del protagonista casi corriendo por la calle Narváez, empapado por el diluvio, tratando de llegar a casa para cenar algo y acostarse. El de hoy ya sé como será, que tras la de rejones he quedado para tomar unas copas, así que la noche se parecerá más a la de After Hours que a la de anoche.  Ojalá los toros sean también más divertidos.