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The Hamptons: Alma y corazón

Texto publicado en SPEND IN en junio de 2014

Los Hamptons son un conjunto de pequeñas poblaciones residenciales situadas en el extremo de Long Island, antaño pueblos balleneros y desde hace cien años el sitio más exclusivo de veraneo de la Costa Este estadounidense junto con la más al norte Martha’s Vineyard, zona de la que hablamos en estas mismas páginas hace un par de números refiriéndonos a un hotel centenario, el Harbor View Hotel. Tanta exclusividad ha llevado a alguno de estos pequeños pueblos a estar entre los códigos postales con las viviendas más caras de todo Estados Unidos, concretamente Sagaponack es el pueblo más caro de toda la nación según la publicación Business Week, y hay otros dos códigos de los Hamptons entre los diez primeros, Water Mill y Bridgehampton.

Uno solamente tiene dos opciones para acercarse a la zona, si va en temporada alta un día de gran afluencia de turistas parece que está trabajando como extra en algún rodaje multitudinario de Cecil B. de Mille de tanta gente que hay, pero si uno se acerca desde Nueva York entre semana o en temporada baja parece estar en otro tipo de rodajes, en un anuncio de Gant o de Tommy Hilfiger, con las playas que parecen recién puestas para que uno pasee en bermudas y con la camisa remangada. La temporada alta, que va de mayo a septiembre, es cuando las élites neoyorquinas emigran a los Hamptons y abarrotan los tranquilos y minúsculos pueblos, donde celebran grandes fiestas en las mansiones que los pueblan y en las preciosas playas que los rodean, aunque las fiestas playeras tengan el horario restringido por la comunidad.

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Jeremy Hawkings y su amor por Escocia

Texto publicado en SPEND IN en junio de 2014

Aunque parezca una versión desmañada de la glamurosa Inglaterra, en la fría Escocia uno puede disfrutar de cualquier lujo que se le ocurra casi con la misma facilidad que en los más cálidos territorios de sus vecinos más al sur, siendo uno de los más comunes hoy en día, y de los pocos que realmente están justificados y tienen sentido, el alojamiento, el poder comer y dormir en un sitio cómodo e inolvidable, en el extremo opuesto de los bed & breakfast británicos, en muchos casos también inolvidables pero por lo terrorífico. Para poner a Escocia en los circuitos de hoteles de alto standing nació hace ya veintidós años Connoisseurs Scotland, una empresa de marketing hotelero que agrupa por el momento a veintiocho hoteles de cinco estrellas, rango indispensable para entrar en este club hotelero. La otra condición para ser un hotel de Connoisseurs Scotland es que no haya otro hotel de la misma cadena muy cerca.

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Harbor View Hotel, Edgartown

Texto publicado en SPEND IN en junio de 2014

Martha’s Vineyard ha pasado en los últimos cien años de ser una isla casi completamente dedicada a la caza de ballenas a ser una de las zonas turísticas más exclusivas de Estados Unidos, quizá debido a su equidistancia de dos de los centros de riqueza mayores del mundo, Nueva York y Boston. Y durante ese siglo de evolución en las costumbres del lugar el hotel Harbor View ha permanecido en pie alojando sin descanso a visitantes deseosos de pasar un tiempo agradable en uno de los lugares más bonitos que puedan encontrarse y con unas comodidades como las de su propia casa.

Fundado en 1891, año en el que nace Cole Porter y muere Herman Melville, quizá en los primeros años de vida del hotel pudo pasar unos días en él el mismísimo Queequeg en uno de sus descansos entre cacería y cacería, con su arpón y su cuerpo repleto de tatuajes, que seguro que no extrañaban nada a los empleados del hotel, habituados a los balleneros, al igual que seguro que hoy no les molestan los hipsters tatuados que se pasean con sus pantalones pitillo por los salones de la Gran Dama de Martha’s Vineyard, como es llamado el hotel en la isla. Quizá para el hilo musical del hotel más que Cole Porter, aunque éste también cuadre perfectamente, encaje mejor el músico parisino Michel Legrand con la banda sonora que compuso para Verano del 42, película que se desarrolla en la vecina isla de Nantucket y cuya protagonista, la inolvidable Jennifer O’Neill, se paseaba por las playas mirando al mar, un poco como Jorge Sepúlveda pero sin bigote y con uno de los rostros más bellos de la historia del cine, mientras sonaba de fondo la elegante y dulce melodía compuesta para el filme.

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