Texto publicado en PopMadrid el 25 de septiembre de 2008
Siete canciones tiene este nuevo trabajo de Pupille, tres años después de ”Himnos Olímpicos” (BCore), y en estos tres años los tarraconenses siguen empeñados en ofrecer retazos de post-rock melodramático con un acabado cada vez más perfecto en lo abrupto de su propuesta.
Empieza el disco de una manera brillante, Mirarse caer, composición larga y taimada, llena de recovecos y cambios de ritmo, con guitarras ásperas y oxidadas, en un ejercicio de ensimismamiento instrumental que ya quisieran para sí referentes como Explosions in the Sky. El disco continúa con La comedia húngara, dando en este tema un pequeño abrazo a sonidos un poco más alegres, menos progresivos, con paisajes de viento y luz, como el Palafrugell de Pla. Baila así, la tercera canción, contiene casi los únicos sonidos humanos del disco, una especie de alaridos de auxilio que recuerdan grotescamente al Ilarié de Xuxa y que hace a uno soltar quizá la única sonrisa del disco, de tan reconcentrado que es.
A rivederci ambigú es quizá la más sorprendente del disco, con su carillón y todo, en donde casi como música incidental recrean un concierto de órgano en una catedral gótica francesa, donde la luz entra por donde estaban las vidrieras destrozadas en la 1ª Guerra Mundial y te calienta un poco. Es la mejor canción del disco.
El resto del disco, Plantas históricas y la canción que da título al disco, siguen ese camino experimental que siempre transita Pupille, a ratos un tanto hardcore, a ratos free, a ratos rock medio cabezón de una espesura anticomercial muy a destacar, aunque siempre narrativo, quizá de realismo sucio y aislacionismo, pero narrativo. ”La música de moda”, disco difícil y soberbio, muestra a unos Pupille cada vez más metidos en su papel, ajenos a lo que no sea lo que a ellos les dé la gana, y eso siempre es un punto a favor.