Texto publicado en Antigourmet el 15 de febrero de 2009
Mientras supero San Valentín escuchando a Los Carradine ”Tu cama fue como el Mekong, un río hacia el horror, lleno de junglas y de curvas de las que nadie me advirtió”, copio del blog Discreto encanto el poema Callos a la portuguesa de Fernando Pessoa en su piel de Alvaro de Campos. Maravilloso poema de cocina, recetas y (des)amor, ideal para este soleado domingo de febrero:
Un día, en un restaurante, fuera del espacio y del tiempo,
me sirvieron el amor como callos fríos.
Dije delicadamente al jefe de la cocina
que los prefería calientes,
que los callos (y eran a la portuguesa) nunca se comen fríos.
Se impacientaron conmigo.
Nunca se puede tener razón, ni en el restaurante.
No corrí, no pedí otra cosa, pagué la cuenta
y me fui a pasear por la calle.
¿Quién sabe lo que esto quiere decir?
Yo no lo sé y a mí me pasó…
(Sé muy bien que en la infancia toda la gente tuvo un jardín,
particular o público o del vecino.
Sé muy bien que jugar era nuestro único mandamiento
y que la tristeza es de hoy.)
Esto lo sé de sobra,
pero, si pedí amor, ¿por qué me trajeron,
a la portuguesa, callos fríos?
No es un plato que se pueda comer frío
y me lo trajeron frío.
No me quejé, pero estaba frío,
no se puede comer frío pero llegó frío.
Imagen de El guijarro blanco.