Texto publicado en Antigourmet el 26 de agosto de 2009
Siguiendo un poco con los temas literarios, el mes pasado estuve releyendo El arco iris de gravedad, de Thomas Pynchon (Tusquets, 2002), donde hacia el final hay un banquete que revientan varios de los protagonistas gritando un menú lleno de guarradas.
Menos mal que los cocineros, aunque editen libros, como los actores, no saben leer, porque si no nos deleitarían con varias de estas cochinadas, seguro.
Ahí va un trozo:
-Pues no sé -dice Roger, premeditadamente desenfadado-, no acierto a encontrar ninguna sopa de mocarro en el menú…
-Yo tampoco, pero creo que podría arreglarme con un poco de pudín de pus -responde Bodine-. ¿Crees que lo habrá?
-¡No, pero puede que haya soufflé de lefa! -grita Roger-. ¡Acompañado de mermelada menstrual!
-Bueno, yo creo que me decido por ese estupendo estofado de esmegma -opina Bodine-. O tal vez por una cacerola de coágulos sanguíneos…
-Joder… -murmura una voz, indeterminada en cuanto a sexo, debajo de la mesa.
-Yo creo que podríamos plantear una comida mejor que ésta -afirma Roger sacudiendo el menú-. Aperitivo de placenta, para empezar, y luego tal vez unos emparedados de carnecita sarnosa, con las costras previamente arrancadas, naturalmente…, ¡o bizcochos de albondiguillas nasales! Mmm, sí, con mayonesa de mocos… y un poco de suculenta salsa de babas encima…
Y así siguen un par de páginas.