Texto publicado en PopMadrid el 10 junio de 2009
La frase de la hoja de promo «Aquello que hagamos deberá poder ser silbado» es lo que mejor puede denir el planteamiento de «1971», primer trabajo como Elle Belga del ex Manta Ray Josele García con Fany Álvarez, un disco de nanas adultas que contiene algunos frutos pop realmente sabrosos y de coloridos diversos, pocas veces vistos por estos lares.
Más cerca de las canciones populares de Lorca, en su encarnación existencialista a cargo de María Boix en los sesenta, por ejemplo, que de barbudos y circunspectos representantes de la americana más actual, continúan el camino adivinado a principios de los ochenta por grupos como La Búsqueda, con sus cinematográcas trompetas y su épica de terrenos áridos y, sobre todo, por Claustrofobia, verdaderos reyes del romancero heterodoxo.
Magnícas canciones como Cada día o Todas las cosas bucean en unas aguas de folk adusto -cerca a veces de Lucas 15-, donde Leonard Cohen no estaría incómodo y con las inevitables Vainica Doble como verdadera guía, Elle Belga hacen la banda sonora de un spaguetti western en donde los vaqueros podrían cambiarse por bandoleros, como en La nana de la mora, donde Ana D parece trasladada al desierto almeriense. Otra de las joyas del disco es La reina, en la que su belleza de country adormilado se refuerza con unos coros que parece que Los Iberos hacen a Mocedades.
Quizá en otros momentos se tensa demasiado la cuerda y se abusa de los bosques y la brujitas, saltando de la iconografía de La Dama se Esconde al medievalismo infantil de Prin’ La Lá y, más peligrosamente, a Rosa León o a lo mejor de la obra de Mecano. Pero son los menos momentos, ya que Claustrofobia vuelve a agarrar la verdad en Escóndete o El tiempo.
Elle Belga han hecho con «1971» un disco desubicado, lo que le da valor, pero en el que el mayor valor es la libertad con el que está hecho y la calidad de la mayoría de las canciones.