Texto publicado en Garapullos el 5 de abril de 2016
¿Y qué hacen las vacas mientras los toros mueren desangrados en la plaza? Ver pasar los trenes. Rumiar impasibles las buenas y malas yerbas de los prados serranos. Mugir incómodas cuando el ternerillo les pellizca las ubres y tira de ellas como si fueran una piñata. Eso sí que es crueldad y no la de los toreros —¡Torero! ¡Torero!— La frialdad de las vacas mientras sus trabajadores maridos sangran es escalofriante y la piedra angular de una nueva rama del especismo que nadie se ha atrevido aún a analizar.
Garapullos nace con el objetivo de denunciar este tipo de actitudes; rodeemos algo, hagamos un círculo para charlar sobre lo que nos diga cualquier barbudo, y si el barbudo no puede hablar porque tiene la boca llena, porque se está comiendo una tosta de boletus con fua, un revuelto de plancton o cualquier barbaridad a la que alguien sin corazón le ha añadido el prefijo «bio», entonces aprovechemos la coyuntura, entrelacemos las manos y bailemos una sardana.
Vamos a hablar de toros para no hablar del Real Madrid, que no es el Real Madrid desde el desgraciado día en que, navegando por aguas del Caribe y rodeado de tías en bikini, se nos fue a los cielos don Ramón Mendoza. Excmo.
Vamos a criticar a los matadores que vistan de azabache, hagan lo que hagan.
Vamos a aplaudir cualquier ademán de Florito como antes lo hacíamos en el Bernabéu ante todo trote demagógico de Míchel Salgado.
Vamos a buscar que alguien nos invite a la feria de Ciudad de Méjico y/o a la de Nimes.
Vamos a denunciar en los juzgados a los niños que no jueguen a los toros en la calle.
Vamos a escribir con palabras taurinas en desuso para pretender que somos unos estilistas del bolígrafo.
Vamos a alabar encastes al azar o por la capa de los toros.
Vamos a pedir la vuelta al ruedo para cualquier toro que se llame «Ratón».
Vamos allá… Ahora empieza el tiroteo.