Texto publicado en SPEND IN en diciembre de 2013
Al dejar atrás algo muy importante en la vida, ya sea un país o una mujer, uno siempre se lleva, además de los recuerdos, algunos fragmentos arrancados de lo que tuvo que abandonar, a lo mejor unos libros, una cafetera, una carta, un pequeño juguete o lo que sea, cada persona es diferente. Helio Ascari durante su infancia de descendiente de italianos en Brasil vio a sus mayores tratar con veneración algunos objetos que habían viajado con ellos miles de kilómetros y que se mantenían en funcionamiento porque habían sido hechos a mano con materiales resistentes y de calidad. Así aprendió él a tratar bien, a cuidar y a reparar su bici, con el amor y el cariño hacia algo que a los ocho años deseas que sea eterno. Y de este modo las bicicletas, ese extraño vehículo liberal e individualista que nos ha hecho a todos sentirnos libres y escapar de algunas pesadillas eligiendo nuestro propio camino solamente girando un poco el manillar, se convirtieron en su obsesión y hoy en su pasión y modo de vida.
Tras conocer a Gary Mathis en el United Bicycle Institute de Ashland en Oregón ambos decidieron dedicarse a lo que querían, a hacer bicicletas con sus manos para lo que fundaron Ascari Bicycles, desde donde solamente hace dos años construyen entre los dos, y no es ninguna exageración, las bicicletas más bonitas que se han hecho nunca. Artesanos a la vez que artistas, la tontuna de Marinetti con ellos se cumple, una Ascari es más bonita que la Victoria de Samotracia, además de que te puede llevar en un momento hasta la casa de tu novia, algo que el perfecto pedazo de mármol alado del Louvre es incapaz de hacer.
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