Texto publicado en PopMadrid el 15 de mayo de 2009
Los tres grupos del día tocaron en el orden contrario que me hubiera gustado, aunque este orden fuera el lógico para casi todo el mundo. Siempre voy al revés como el cangrejo.
Comenzaron Francisco Nixon, con la gente aún llegando y cierto olor a pintura en la al fin reabierta y reluciente Oasis. La propuesta de música para barbacoas de Nixon me parece perfecta, las canciones no pueden ser mejores y los sinuosos bailes del guitarra ayudan a no quitar la sonrisa de la boca durante todo el concierto. Clásicos propios y ajenos -de amigos-, mezclando canciones de sus dos discos y un sonido muy claro me dejaron con ganas de más, que por culpa de lo estricto de la sala o de quien fuera nos quedamos sin bises.
Los Punsetes a continuación, a guitarrazo limpio, repasaron su disco, con esas canciones que parecen modernizaciones de las cantadas por Casilda de Estación Victoria hace un par de décadas, con el hieratismo provocador de la cantante, que consigue odios instantáneos (es decir, acierta totalmente en su propuesta), y la sabiduría de los guitarras. Me encantaron, justamente al contrario que a todos mis amigos, que les dejaron fríos.
Acabaron Ellos, que atrapados por el efecto La Casa Azul y el rockstarismo de su magnético y bigotudo cantante, parece que puedan hacer lo que sea que el éxito está asegurado. Con un sonido un tanto confuso provocaron el delirio -sobre todo cuando repasaban alguna canción del primer disco. Yo no les encontré toda la gracia que esperaba y que otras veces me habían dado.
Luego, todos en taxi a otro bar donde seguía la esta, ya todo un tanto nebuloso, y ahora con un gran dolor de cabeza escribiendo esto y con mi primera siesta en puertas. Esta noche más, The Movidas, a quienes no conozco, Klaus & Kinski, que me encantan, y Niños Mutantes, que no controlo demasiado.