Texto publicado en PopMadrid el 8 de mayo de 2009
Ayer me pasé por la tarde a ver «Control», el biopic de Ian Curtis. Me gustó bastante la peli, tengo los discos de Joy Division, pero nunca me había preocupado de seguir la pista de la vida de Ian Curtis. Sabía que tenía una esposa que luego escribió libros sobre él (libro que siempre he tenido en mi lista), y que se colgó en la cocina de su casa (lo sé, claro, por la canción de Los Planetas), y poco más.
Mitificado como todos los muertos del rocanrol, en su caso, al menos, tiene una soberbia colección de canciones de la que presumir. Porque su vida, según la película, no lo es tanto, un chico normal, enfermo, imitador de Leonardo Dantés en sus bailes, que descolla en la caspa punk por su voz, sus alucinadas y depresivas letras, y sobre todo por su perfecta conjunción con el resto del grupo, creando un sonido inolvidable (las reconstrucciones de las actuaciones del grupo, con los actores tocando en directo, me parecen soberbias).
La película, escrita por su viuda, para no caer en suciedades, que las habría, se centra en sus dudas amorosas, y ahí la película se convierte en una película más del landismo, donde el becerro español -en este caso inglés- sale al extranjero, queda deslumbrado por la belleza y ligereza de una francesa (siempre la tentación es francesa, y siempre es mentira, porque siempre es belga, como Tintin o Brel), se enamorisca, y al final siempre vuelve al pueblo donde la espera su choni con los rulos puestos. La historia de siempre. Luego, las dudas, el arrepentimiento, las pastillas, el miedo a la gira americana, y lo que ya sabemos.
Todo por no tener la lucidez de Bambino, mil veces más punk que todos los granudos del Hate y del No Future, que sabía muy bien qué hacer y lo cantó a grito pelado en Corazón loco:
Aquí va mi explicación,
a mí me llaman sin razón, corazón loco,
una es el amor sagrado,
compañera de mi vida,
esposa y madre a la vez,
y la otra es el amor prohibido,
complemento de mi alma,
y a quien no renunciaré,
y ahora ya puedes saber,
cómo se pueden querer,
dos mujeres a la vez, y no estar loco.