Texto publicado en La biblioteca fantasma el 7 de octubre de 2012
Me gusta entrar a cotillear en las librerías de viejo aunque no suelo comprar mucho libro antiguo. No sé si es el tacto o el olor que luego te queda en las manos, pero casi siempre prefiero un libro nuevo a uno usado. De vez en cuando sí que me regalo a mí mismo algún libro deseado, como este año por mi cumple que me regalé Madrid visto por un pintor de Gabriel García Maroto. Mi víctima hace un par de años fue Paris de ma jeunesse (Aubier, 1988) del ilustrador francés Pierre Le-Tan.
No sé muy bien cómo llegué a este libro, imagino que todo vendría de la exposición que le hizo José Carlos Llop en el Reina Sofía en 2004 que me dejó colgado de este artista. Si a esta exposición le añadimos que el libro trata sobre París -ciudad que no conocía hasta hace diez años y lugar estos últimos tiempos de varios de los momentos más felices de mi vida- y que el prefacio está escrito por Patrick Modiano (¿Quién llegó antes, Modiano o Le-Tan? ¿Tuvo algo que ver Francoise Hardy en todo esto? Tampoco lo recuerdo) hizo que buscara periódicamente el libro por internet hasta que hace un año lo encontré en una librería suiza y lo compré.
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