Texto publicado en PopMadrid el 18 de marzo de 2009
La grabación y edición de un disco sigue siendo un papel obligatorio que hay que tener en la cartera para existir en el mercado de la música, incluso para grupos como Los Soberanos o Los Chicos, para los que su única razón de existir es tocar en directo y hacer felices a los que asisten a sus delirantes conciertos. Debido a esta imposición del mercado tenemos en las pocas tiendas que quedan «¡Fiesta sin fin!», que en catorce canciones alegra la tarde a cualquiera.
La novedad más interesante es que «¡Fiesta sin fin!» tiene varias canciones compuestas por el grupo, canciones que sorprendentemente resultan las mejores del disco, como Un hombre tranquilo, donde el siempre en su sitio Ivo von Menzel canta sus penas por tener una esposa juerguista «Yo soy un hombre tranquilo de los que no beben vino, le tendré que esconder la botella porque quiero seguir junto a ella» o la mejor canción del disco, Siroco, homenaje a la sala del mismo nombre, donde con unos vientos preciosos se narran cinematográcamente su viaje en tren para tocar en Madrid. «Siroco, aquí estamos, que empiece la fiesta».
En el apartado de versiones destacan por lo bueno, la de Il paradiso, cantada por las chicas del grupo, ¿Por qué te vas? de Los Supersónicos, también cantada por Cecilia y Cristina, la gospeliana Si chiama María de Pino Donaggio, cantada en italiano por Emanuele di Marzo, casi tan buena como la de Los Salvajes, y Nací de pie de Los Pasos. Por lo malo o aburrido, las insulsas versiones de dos clásicos, Estuve enamorado, y Pareces gitana.
Aunque los discos de Los Soberanos no sean tan necesarios y denitivos como sus conciertos, «¡Fiesta sin fin!» guarda muy buenos momentos, como Siroco, es un disco muy agradable de oír, y, lo mejor, dan unas ganas tremendas de ir a verlos en directo.