Texto publicado en Antigourmet el 14 de junio de 2009
No, no, esta vez no vamos a hablar de la vicepresidenta y sus pelos a lo Limahl, este post se refiere a otros pellejos, los de vino. Acabo de terminar ”París”, el libro del pintor José Gutiérrez Solana que ha editado -magnficamente, como siempre- La Veleta con los apuntes sobre París que tomó el pintor durante su huída de la Guerra Civil en 1938 y 1939 y que hace poco compró a sus herederos, que habían guardado una maleta con estos cuadernos durante cincuenta años, el Museo Reina Sofía.
Solana, sin juntarse con los otros exiliados, durante dos años recorre la ciudad y toma apuntes en unos cuadernos con su estilo cazurro y directísimo, del que Cela bebería tanto, encontrando un París ramoniano de piedras negras y pobreza que casi nadie ha retratado, comparando casi todo lo que ve con su querido Madrid. En su visita a la rue des Boulangers en el distrito 5 se encuentra con toneleras y tiendas de vino. Aquí su comentario:
”Lo que vemos con extrañeza es que en Francia no se emplean los pellejos de vino, sólo los toneles y las barricas. Aquí podríamos hacer el elogio de los pellejos de España donde viene el vino, de los pellejeros de Madrid, de la calle de Toledo y de la Cava Baja, de los pellejos de mosto de los pueblos de Madrid: Arganda, Móstoles…, y podríamos hacer el canto de los vinos españoles de Valdepeñas, de la Mancha y de Haro, de sus pellejos, de la fama de que éstos dan buen sabor al vino y parecen un hombre mutilado, y de las botas de vino, hermanas de los pellejos, que se llevan a los toros y que cuelgan de las tiendas de los boteros de los pueblos de Castilla, de esas tiendas bajo los arcos de la plaza mayor de los pueblos de Castilla.”
¿Hay algún sitio en el que todavía se usen pellejos para almacenar el vino? ¿A qué espera alguna de las modernas bodegas españolas a volver a los pellejos? Se harían de oro con esta nueva vuelta atrás plenamente esnob. ¡Qué grandísimo escritor es Gutiérrez Solana!