Texto publicado en PopMadrid el 22 de febrero de 2007
Repasando un número antiguo de una de mis revistas de cabecera, Environment and Behavior, he encontrado un curioso artículo (y que demuestra que el 90% de los estudios realizados en las universidades son las chorradas más grandes del mundo) sobre el gasto de la gente en un restaurante según el tipo de música que escucha mientras cena. El artículo es The effect of musical style on restaurant customers’ spending, escrito en 2003 por Adrian C. North y Amber Shilcock, ambos de la University of Leicester, y David J. Hargreaves, director del Centre for International Research in Creativity and Learning in Education (CIRCLE).
Tras 18 días en un restaurante llamado Softleys alternando días sin música, días con música clásica y das con música pop, han llegado a la conclusión de que si pones música clásica la gente gasta bastante más que si pones pop o no pones nada. La otra conclusión es que si pones música pop es lo mismo que si no pusieras nada, ya que el gasto es el mismo, lo que, para mí indica que estamos tan habituados a la música pop en todos lados que es como si no existiera, como el canto de los pájaros o el ruido del tráfico.
El artículo no pone el listado completo de canciones pop, solamente tres, tres horribles gemas pop, (You Drive Me) Crazy, de la cantante calva Britney Spears, Karma Chameleon, de Culture Club, y Livin’ la Vida Loca, de Ricky Martin. Tres canciones que quitan hambre.