Texto publicado en PopMadrid el 3 de julio de 2006
El último libro de Víctor Coyote, «Cruce de perras y otros relatos de los 80», editado por Visual Books este año 2006, además de un muy bonito homenaje a Poch, en el que en vez de transfigurarse en axolotl lo hace en mosquito, y algún otro, como uno que refleja muy bien -aunque la historia no me guste nada- la caspa de las tribus de los ochenta con un relato sobre una pandilla de rockers, tiene un descacharrante cuento de ciencia ficción en el que en el año de Nuestro Señor de 2036 le dan el premio ”Carneiro de Oro por la labor de toda una vida dedicada a la recuperación y renovación de la música latina en la Comunidad Europea” a Santiago Auserón.
Víctor Coyote lo ve por la tele, y como él se sabe el verdadero iniciador del Rock Latino, lía a Auserón para que le hagan un disco homenaje, ya que no quiere seguir lampando en el asilo. A partir de ahí, entre el pedante buenismo de Auserón, tan bien retratado, y la postura directa del señor Abundancia, mezclado con alguna gloriosa puya al deleznable Jarabe de Palo, Coyote organiza una clara y divertidísima defensa de su papel como iniciador del llamado Rock Latino y de cómo toda la gloria se la llevó Auserón.
En mi opinión, realmente sí que todo lo inició el monumental «Mujer y Sentimiento», de Los Coyotes, mientras Radio Futura todava meditaba su Semilla Negra, y Esclarecidos lo mismo con su Él dormía en un fotomatón, o incluso Los Fabulosos Cadillacs. Pero mientras Los Coyotes, quizá debido al radicalismo en su propuesta o a su total falta de pretensiones y de ganas de pedagogía, desaparecían del mapa aunque siguieran en activo, Auserón construyó el discurso del rocanrol latino como nadie, creando incluso su obra maestra, «La canción de Juan Perro», y se llevó, creo que con toda justicia, el gato al agua. Desde entonces, nada más que un desierto de imitadores, a cual peor. Solamente Los Rodríguez supieron estar a la altura, pero es que Calamaro es muy grande.
Y es que, como dijo sabiamente el Gran Profeta Poch en una de las canciones del disco con el mejor título de la historia, «Poch se ha vuelto a equivocar»: ”Latinos unidos, estamos perdidos”.