Texto publicado en PopMadrid el 9 de marzo de 2008
Este segundo disco de Serpentina, tras ”Blancamañana”, editado en 2004 con Annika, sigue con naturalidad el camino iniciado por éste, pero con la destacable novedad del mayor protagonismo de la voz de María, la parte femenina del grupo. Doce canciones más templadas que cálidas, que juntas parecen la banda sonora de películas tipo ”Elisa, vida mía”, en las que se tropieza uno con las sonoridades de Francis Lai, con los arreglos de los Beach Boys, o con ese beat retenido de Juan y Junior.
El disco puede dividirse en dos secciones, una más canónicamente pop, la mejor, y otra más extraña, más onírica y folk, que se asoma peligrosamente a los acantilados de la cursilera, pero que en un par de temas de una exquisitez asombrosa, se vuelve inolvidable.
A la primera sección pertenecerían la primera canción, Festival, que lleva perfectamente la voz de María, también Descalzos por el parque y la segunda, con ese inicio casi de Friends, en la que ya cantan los dos componentes de Serpentina, y que es un ejemplo casi perfecto de ese sunshine pop lleno de coros y falsetes que tanto gusta a los hermanos Tamarit. Sigue el disco con una bossa típica del repertorio de Siesta, muy setentera y cinematográfica, que tiene un estupendo recitado final en la que la voz de María parece la de Jone Gabarain. Acaba esta primera sección del disco con quizá la mejor canción del disco, El universo, donde Paco toma las riendas para ofrecernos la perfecta canción pop, vía Beach Boys. Otras canciones de este palo serían Querido miedo, con bonito piano vaquero o Tan fácil, la novena canción, otra preciosa reconstruccin sesenteta con solo de guitarra beat.
La otra sección del disco es la que bebe de Vainica Doble, Cecilia o CRAG, y, bajo la sombra inmensa de estos tres mitos, de Parade, construyendo canciones misteriosas, infantiles, de un folk medievalista muy en la línea de Prin’ La Lá. Destaca entre este grupo la magnfica Qué desilusión, en la que uno descubre que El niño inseminado ha crecido, y veinte años después, y en un escaso minuto de bajo, guitarra y voces, todo el desencanto y aburriento que tan bien bordaron Le Mans le arrolla. La otra canción de esta sección que sobresale sobre las demás es Mañana, un precioso ejercicio de Satie meets Cecilia, donde la letra, adoptando como en el resto del disco el ideario de Le Mans al 100 %, recita versos tan desolados como ”Mañana, me vestiré como quieras. Mañana, maquillaré mis ojeras. Mañana, voy a intentar comprenderte”.
El disco acaba con otra gran canción, Ven, siéntate, donde Pigmy o Corazón aparecen acompañando a las bandas sonoras de los años setenta, con redobles, flautas y coros de opereta. Buen final para un disco tan variado como atinado.
”Si le dejaran retroceder compraría el Larousse y a leer, para entender la música de John Cage”.