Texto publicado en PopMadrid el 20 de abril de 2009
Ama pertenecen a esa estirpe de grupos tan de los tiempos de internet que desaparecen de repente, y uno se piensa que ya no van a volver, que tienen niños y cuatro por cuatros, que viven repartidos por varias ciudades y se ven tres días al año para cenar y que, por supuesto, no tienen que avisar a nadie de que ya no existen como grupo. Cuatro años después de «A un metro de mí» y siete tras el inolvidable «Ama» guadianamente vuelven al tocadiscos con «Exposición permanente», disco que contiene varias de las canciones más emocionantes del año 2009.
Para mosquear empiezan con un intrumental, que abre paso a esa mezcla de pop melancólico y de soul invernal que bordan, aunque buscando a veces texturas y sonidos más avanzados que hagan más difícil reconocer su alma. Y empieza el disco, Dime de verdad, mágica, graciosa, pero que queda empequeñecida con la primera joya, Tu colección, canción de noches, bailes chicas fatales y ligues que, cómo no, termina mal. El single perfecto. Las guitarras eléctricas dejan paso a las acústicas en 100 veces No puede ser, un poco demasiado típica, para continuar hacia Aquella noche, canción de baile, si eso se puede decir de Ama, clásica como ninguna.
No conozco a nadie como ella es otro de los puntos álgidos de «Exposición permanente». Confesión y arrepentimiento por el amor perdido y el dolor infringido, «Ella es una chica de madera que tiene seco el corazón. Antes no conocía la tristeza, pero de eso ya me encargué yo». Tristeza marca de la casa, a pesar de los ye-ye-yé finales. La mejor canción del disco, cantada con ese desapasionamiento ardiente que te deja aplastado.
El disco luego sigue, intentando encontrar alguna canción que te haga volver a levantar la cabeza tras No conozco a nadie como ella, lo intentan Ama con la perfecta continuación de Aquella noche, Encuentro casual, otra bella canción de baile, de balanceo de cabeza, pero el disco no te hace despertar hasta el fantástico estribillo de Escena callejera, que hacen a uno olvidarse de Carlos Entrena para respirar aire más fresco.
«Exposición permanente», como el monigote de la portada que ve el colorido cuadro de dripping, es negro hasta el dolor en muchos de sus tramos y frases, pero como el cuadro que ve el monigote, tiene partes, canciones y estribillos que te levantan el día. Lo peor de todo es que hay que esperar otros cuatro años para el siguiente disco.
«Pero no conozco a nadie como ella, deberíais verla hacia la primavera…»