Texto publicado en PopMadrid el 21 junio de 2009
Acostumbrados al soserío o borderío de todas las cantantes uno se sorprende cuando encuentra a María de Serpentina sobre un escenario. No solamente canta las canciones una detrás de otra, como todas las demás, si no que las interpreta, algo que casi ha desaparecido. Se expresa en el escenario como una cantante clásica -con clásica me refiero a Édith Piaf o, por qué no, Paloma San Basilio– y eso es muy de agradecer. Quizá el repertorio de Serpentina en directo no puede sostenerse del todo sin esas dramatizaciones, aunque muchas de las canciones sean brillantísimas. Ayer nos regalaron muchas de sus mejores canciones y, en un final de concierto apoteósico, encadenadas Si no fuera porque… de Cecilia, Gainsbourg y su La chanson de Prévert y Volverte a ver de Rocío Dúrcal. Tras este final había pocas
oportunidades para La Bien Querida de superar a Serpentina.
Pero La Bien Querida hizo un gran concierto, aunque al principio el sonido fuera demasiado atronador y ella, a pesar de su simpatía, cantara todas las canciones mirando al techo. Pero nadie puede resistirse a eso de «No hago otra cosa que pensar en ti. Que tengas claro que no voy a competir. A tus amigas se lo digo desde aquí. Las olimpiadas no se hicieron para mí». Las canciones más intrumentadas en el disco me gustaron más en directo que las más desnudas, a alguna su roquerización no le sentaba bien. Sí que me encantó la versión casi a lo Talulah Gosh de 9.6, que fue lo mejor del concierto.