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Biografía falangista de la calle de Ibiza de Madrid

Texto publicado en ÇhøpSuëy el 19 de octubre de 2015

Calle IbizaLa única de las placas de homenaje que hay en la calle de Ibiza de Madrid que no es de un intelectual falangista -¿oxímoron o no?- es la de Plácido Domingo, aunque al haber tenido el honor de cantar el Himno del Centenario del Real Madrid C. F. pueda calificarse sin problemas al tenor madrileño como facha, ya que la merengada, como todos sabemos, somos la mayor consumidora de camisas mahón del orbe, según el oficialismo de bicicleta y calimocho de hoy en día. Exactamente son cuatro de cinco, a saber: Agustín de Foxá, Ibiza 1; Carlos Ollero, Ibiza 6; Dionisio Ridruejo, Ibiza 33; y Adriano del Valle, Ibiza 34, que comparte portal con la del cantante; a las que habría que añadir la placa aprobada pero no colocada a Leopoldo Panero en Ibiza 35, por lo que en realidad serían cinco de seis.

Escribo esto con toda la rapidez que me permiten mis manos de diez pulgares porque quiero que estas líneas se publiquen, si los supertacañones de ÇHØPSUËY tienen a bien subirlas a su seguro servidor, antes de que las patrullas de las buenas maneras de nuestra provecta y entrañable alcaldesa retiren todas estas placas de la calle y le dejen más vacía que las estanterías de un supermercado de la Caracas bajo la bota chandalista de los últimos años.

Se me escapa la razón por la que todos estos vencedores acabaron viviendo en un barrio que, tras la Guerra Civil, era más un suburbio que otra cosa, no en vano la primera casa donde vivió mi padre tras llegar a Madrid de Galicia a buscarse la vida a comienzos de los años cincuenta estuvo en los primeros números de Sáinz de Baranda…

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El almendro y la espada

Texto publicado en ÇhøpSuëy el 7 de enero de 2015

El almendro y la espada

Mi memoria de berberecho hace que no recuerde la causa por la cual comencé a colaborar en el desaparecido y espectacular blog La biblioteca fantasma. Imagino que fue esa indiscreta llamada Twitter la causa, aunque más que la red del pajarraco azul, ésta sería mejor los gustos literarios que comparto con el autor. Alguno de los dos comentaría algo sobre Mauricio Amster, Helios Gómez o alguien por el estilo y tras un intercambio de banderines del tipo Hércules-Botafogo en algún torneo veraniego acabé escribiendo para él de libros, que son de las pocas cosas que me gustan de verdad en este mundo, aunque últimamente esté en una sequía lectora alarmante. Sin mucho que aportar a la temática principal del blog escribí un par de pequeños textos sobre dos de mis manías librescas: El ilustrador Pierre Le-Tan, de quien hablé sobre un libro de dibujos de París con prefacio de Modiano, y Galicia, reseñando en este caso una vieja novela de contrabandistas fronterizos de los años cuarenta, libro del que mi padre me había hablado millares de veces. Escribí un tercer texto sobre un poemario de Foxá, menos personal que los dos primeros, ya intentando escribir de libros y no de mí, pero el blog se cerró cuando mis cuartillas estaban en imprenta y quedaron desde ese día hibernando en Google Drive hasta que la sequía antes mencionada ha terminado extendiéndose de mis ojos a mis dedos y ahora también ando de huelga de bolis caídos.

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Eso… ¡Sí tocarlo!, de José Luis Moreno

Texto publicado en ÇhøpSuëy el 9 de julio de 2014

Ni tocarlo

El libro que reseñamos en esta nueva sección del fanzine on the rocks ÇhøpSuëy dedicada a clásicos olvidados de la literatura española es una de esas joyas que todo bibliófilo desearía tener en su biblioteca. Prácticamente inencontrable, los pocos ejemplares que se pueden rastrear por Iberlibro alcanzan el escalofriante precio de 1,61€ más gastos de envío. El que atesoro en mi colección fue un regalo de uno de mis exquisitos y adinerados enemigos, ya que pese a mi más que saneada economía nunca he tenido bajo mi colchón dinero suficiente como para meterme en una inversión del calado arriba mencionado.

“Eso… ¡Sí tocarlo!” fue publicado en 1978 por la editorial barcelonesa De Vecchi, que felizmente sigue activa y tiene entre los libros más vendidos de su catálogo maravillas como “Menús de táper”, “50 modelos de papiroflexia” o “La dieta inteligente para runners”, referencias tan relacionadas en el fondo y en la forma con el legendario libro de José Luis Moreno.

En Vainica Doble (Ediciones Júcar, Gijón, 1983), el libro que Fernando Márquez escribió sobre aquellas dos brujitas buenas -con minúsculas, que con mayúsculas solamente hay una Brujita Buena-, decía Jaime de Armiñán de ellas que eran “algo así como un lujo que no nos merecemos, como tampoco nos merecimos a Quevedo o al Arcipreste de Hita”. Lo mismo podemos decir de José Luis Moreno.

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Las mil y una Colette

Texto publicado en SPEND IN en marzo de 2014

En 1924 Ramón Gómez de la Serna escribe el prólogo de Querido. Novela pasional, la traducción al español de la famosa novela Chéri de la escritora francesa Colette, libro clave en la trayectoria de esta gran mujer que cabalgó sobre todo y sobre todos en su desaforada vida. Ese mismo año Colette se divorcia de su segundo marido mientras mantiene un sonado affaire con el hijo de éste, que era treinta años menor que ella, algo que el propio Ramón hizo cinco años después al liarse con la hija de su compañera de tantos años la también escritora Colombine. Roaring twenties en estado puro.

Bastantes años habían pasado desde que Colette abandonara su Borgoña natal para vivir en París justo en el momento en el que había que estar allí, años que ocupó escribiendo la fantástica serie de novelas belle époque protagonizadas por Claudine y manteniendo sonoras relaciones lésbicas aunque también hetero, como la que mantuvo con ese otro marciano llamado D’Annunzio. En los ratos libres que le quedaron se casó y divorció, tuvo una hija a la que no hizo ni caso en toda su vida, convirtió durante la Gran Guerra la residencia de su marido en Saint-Malo en un hospital militar o se paseó por París con un collar de perro al cuello como la buena punki avant la lettre que era para demostrar orgullosamente que tenía dueña -esto último según la imaginativa biografía ramoniana-.

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José Martínez: El libro y la película

Texto publicado en Jot Down en julio de 2012

Dentro del género de las novelas de la nebulosa que inaugura Ramón con El hombre perdido creo que la peli y el libro de los que voy a hablar deberían estar entre sus obras maestras: Elisa, vida mía de Carlos Saura y Calle de las Tiendas Oscuras de Patrick Modiano. Ambas obras caminan a tientas entre la niebla; como dice Ramón en el prólogo a la novela antes citada: “Hay una realidad que no es surrealidad ni realidad subreal, sino una realidad lateral. En los sindulios del beloferonte no hay más que huevos fritos y lógica bostezante”. En esa realidad lateral es donde se mueven las obras de Saura y Modiano (lo de los sindulios del beloferonte no tengo ni idea de qué es, pero la verborrea de Ramón es tan brillante que me apetecía ponerlo. Si alguien lee esto y sabe qué es, que lo explique si hace el favor en un comentario).

Si en la novela de Modiano el protagonista buscándose a sí mismo cambia de nombre y casi de personalidad cada diez páginas, llamando a docenas de puertas que no llegan a ningún lado y tirando de hilos casi invisibles que le llevan a ese oscuro pasado de desocupado en el París ocupado y la posterior huida a Suiza a través de las montañas nevadas, donde deslumbrado por la nieve…

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El banquete cochino de Pynchon

Texto publicado en Antigourmet el 26 de agosto de 2009

Siguiendo un poco con los temas literarios, el mes pasado estuve releyendo El arco iris de gravedad, de Thomas Pynchon (Tusquets, 2002), donde hacia el final hay un banquete que revientan varios de los protagonistas gritando un menú lleno de guarradas.

Menos mal que los cocineros, aunque editen libros, como los actores, no saben leer, porque si no nos deleitarían con varias de estas cochinadas, seguro.

Ahí va un trozo:

-Pues no sé -dice Roger, premeditadamente desenfadado-, no acierto a encontrar ninguna sopa de mocarro en el menú…
-Yo tampoco, pero creo que podría arreglarme con un poco de pudín de pus -responde Bodine-. ¿Crees que lo habrá?
-¡No, pero puede que haya soufflé de lefa! -grita Roger-. ¡Acompañado de mermelada menstrual!
-Bueno, yo creo que me decido por ese estupendo estofado de esmegma -opina Bodine-. O tal vez por una cacerola de coágulos sanguíneos…
-Joder… -murmura una voz, indeterminada en cuanto a sexo, debajo de la mesa.
-Yo creo que podríamos plantear una comida mejor que ésta -afirma Roger sacudiendo el menú-. Aperitivo de placenta, para empezar, y luego tal vez unos emparedados de carnecita sarnosa, con las costras previamente arrancadas, naturalmente…, ¡o bizcochos de albondiguillas nasales! Mmm, sí, con mayonesa de mocos… y un poco de suculenta salsa de babas encima…

Y así siguen un par de páginas.