Texto publicado en PopMadrid el 23 de abril de 2008
Uno nunca sabe la mejor manera de tratar a un totalitario, como Teddy Bautista. En teoría solamente hay tres opciones, o razonas con él, algo imposible ya que la definición de totalitario, como Teddy Bautista, es aquel que deja de lado la razón para abrazar al partido, la religión o lo que sea que le ha cerrado la mente. La segunda opción es portarse como él, como un totalitario, como Teddy Bautista, y atizarle unos buenos zamburriazos hasta que entre en razón. La tercera opción es pasar de él y tratarlo como a un loco, a no ser que el totalitario, como Teddy Bautista, te saque a dar el paseo, en cuyo caso la única opción sería la segunda. Lo malo de la tercera opción es que los totalitarios, como Teddy Bautista, te van comiendo el terreno y acaban sentados a tu vera delante de la pantalla mientras les tratas de insultar.
Todo esto viene por el estupor que me ha causado la perla de hoy del totalitario de Teddy Bautista, uno de los jefes de los zascandiles de la paragencia semipblica de metartistas subvencionados:
”No tenemos nada en contra del copyleft, nos parece interesante para la comunidad de autores que son ricos de cuna y que no tienen que pagar el pan de sus hijos, pero nosotros estamos en otra cosa: que el autor viva de su obra, como un albañil de su trabajo.”
¡Ricos de cuna, el pan de sus hijos! Ya sólo el uso del plural, como hacen los futbolistas cuando a duras penas balbucean sus lugares comunes, me da un poco de asco, pero el tono bolchevique de la frase me deja perplejo. Yo pensaba que esas frases solamente las decían perdedores tan entrañables como El Hijo de Perlita o tan nauseabundos como Saramago.
Si no fuera porque, aunque disimule, como todo totalitario, quiere enviarme al paredón por no comulgar con sus ideas, me harían gracia Teddy Bautista y sus camisas negras, como me hacen gracia Van Gaal, Clemente, y hasta Gaspart, el esbirro del Enano, como le llamaba Gil.
Gracias a Emilio Carrere, rey absoluto del copipasteo, por cederme graciosamente el título para estas líneas. Pocos tan lúcidos en su borrachera continua como él: En un café y en una oficina del Estado son los únicos lugares donde se goza del inefable placer de mirar al techo, hora tras hora…