Texto publicado en PopMadrid el 8 de julio de 2009
De un grupo instrumental formado por guitarra y batería se espera algo muy especial, y eso es lo que dan The Joe K-Plan a todo el que se atreva a meterse con «Rigan asesino, OLibia vencerá», el primer disco de César, batería de Peluze y Mario, guitarra.
Todo el disco es una provocación, todo está transpuesto, desde la portada, que en realidad es la contraportada, a todos los textos del encarte, que, a medio camino entre una sopa de letras y «The Matrix», son prácticamente ilegibles. Pero todos estos juegos se acaban desde el segundo uno del disco, con la intro Sendero voluminoso y la segunda canción, Nueva Zelanda, que ya muestra todo ese rock expresionista, de no-melodía, maquinismo brutalista, post-todo, vanguardia y free-heavy que ocupa toda la obra del grupo.
A veces, como en Catalina 52, parece que el mar se tranquiliza y se podrá navegar por él, pero la violencia abstracta y caótica vuelve de nuevo y acaba la canción, a pesar de ciertos aromas garajeros, de forma arrebatada. Dolor cinematográco y pantanoso cubre Fragmentos de una canción dedicada a alguien, o la intensísima y fantástica Tanca la porta una mica, o ese blues subterráneo de El peso del agua.
En un disco sin respiro, lleno de gruñidos y escalofríos, pasan las canciones, abusando del caos como en Bongus Dei, o probando el rock guitarrero en Tete de la course, o sudando en la gran esta del ruido machacón de Monte de Venus. Vuelve a subir el disco en El que suscribe y en Tú tráeme la naranja que yo hago el zumo con su bestialismo intensivo, para acabar el disco en una abusona canción de doce minutos, Antítesis en el rincón del placer, que deja a un exhausto.
Apto solamente para paladares rocosos y muy abiertos a la experimentación, «Rigan asesino, OLibia vencerá», es el disco que le ha dado la gana de hacer a The Joe K-Plan, y que contiene alguno de los momentos mejores y más furiosos editados este año.