Archivo por meses: julio 2009

Javier Corcobado «A nadie» (Pias 09)

Texto publicado en PopMadrid el 17 de julio de 2009

La voz de Javier Corcobado lleva ya más de un cuarto de siglo rondando por nuestros oídos, encarnada en diferentes grupos y en un continuo Guadiana de discos, pero siempre
diferenciable y distinguible entre todos. «A nadie» es su último disco.

La mezcla de sonoridades y músicas de Corcobado sigue como siempre, a ratos parece un anticuado cantante de coplas, o un borracho cantando boleros en un karaoke, o un roquero mejicano obsesionado por Nueva York, o el típico roquerillo que se arrima ahora a la música balcánica, pero Corcobado lleva así veinte años, arrimándose a lo que le apetece en cada momento.

«A nadie» conserva rasgos de la antigua grandeza de Corcobado, de aquel «Agrio Beso» o de los primeros Chatarreros, aunque nunca llegue a la inmensidad de Mar Otra Vez o Demonios Tus Ojos. Valses con inicio de pasodoble y fi nal como La canción del viento, con sus típicas letras de amor salvaje que bien podría cantar Maqroll, o El coño del mar, electropop cinematográfi co de puticlub con frases tan repugnantes y corcobadianas como «follando y tosiendo, follando y tosiendo gloria, mordiendo tus piernas hacia el túnel de tus nalgas, vislumbro el esfínter virgen del Espíritu Santo. En el coño del mar», que acaba con un desbarre tecno funk, quizá sean los mejores momentos del disco, sin olvidar Soy un niño, que en su encanto retro y pop parece una canción de Camilo Sesto, la distorsionada El futuro se desvaneció ayer, y la roquerísima y buenísima Si te matas, quizá la única canción del disco que sobrevivirá a las cien escuchas
(«Si te matas, no me beses antes, porque si no yo también moriré»).

Se completa el disco con la típica salmodia o spoken word, siempre interesante en Corcobado François de vacaciones, las canciones de la tuna Hoy no voy a cantar y Caballitos de anís, y el petardo experimental con que acaba el disco, Resurrección.

Este retorno de Corcobado con «A nadie» no sorprenderá, pero permite ver que el músico madrileño sigue con ganas y con capacidad para componer y emocionar al que tenga el valor de enfrentarse con sus canciones y su inigualable e inimitable poética de vertedero y melancolía atormentada.

La chanson de Prévert

Texto publicado en PopMadrid el 17 de julio de 2009

Es un clásico de siempre, y llevaba varios meses sin parar de oirla, sobre todo en la versión en directo de Jane Birkin, cuando el otro día me sorprendieron Serpentina al tocarla en su concierto en El Sol. Ahora, gracias a Segundo Premio, también conozco la versión dream pop, o gafapasta pop, como pone el tag de Last.fm, del grupo sueco Sambassadeur.

Parece casi imposible hacer una mala versión de esta canción. La original, la del gran Gainsbourg, va debajo de su primera y desoladora estrofa.

«Oh je voudrais tant que tu te souviennes
Cette chanson était la tienne
C’était ta préférée, je crois
Qu’elle est de Prévert et Kosma
Et chaque fois les feuilles mortes
Te rappellent à mon souvenir.»

Y la canción sobre la que trata el tema de Gainsbourg, de Jacques Prévert y Joseph Kosma no le anda a la zaga en belleza, Les feuilles mortes, sobre todo en la versión de Yves Montand, uno de los mejores cantantes de toda la vida, que pongo en la versión que canta en la película «París siempre París» mientras las parejas bailan en blanco y negro, con una letra casi tan maravillosa como la de Gainsbourg, o mejor (de esta sí que hay una mala versión, la de Sara Montiel):

«Oh! je voudrais tant que tu te souviennes,
Des jours heureux où nous étions amis,
En ce temps-là, la vie était plus belle,
Et le soleil plus brûlant qu’aujourd’hui.
Les feuilles mortes se ramassent à la pelle,
Tu vois, je n’ai pas oublié.
Les feuilles mortes se ramassent à la pelle,
Les souvenirs et les regrets aussi.
Et le vent du Nord les emporte,
Dans la nuit froide de l’oubli.
Tu vois, je n’ai pas oublié
La chanson que tu me chantais…»

Aduriz: ”Yo sirvo cosas que no están buenas”

Texto publicado en Antigourmet el 13 de julio de 2009

Expansión se marca hoy un extraño y sin sentido artículo llamado ”Así se crea un restaurante ’top’” en el que se cuenta, plena de autobombo, la historia del restaurante Mugaritz del cocinero Aduriz. El lector que consiga superar el primer párrafo, que contiene esta indescifrable frase ”La pizarra de la cocina del cuarto mejor restaurante del mundo recuerda el realismo en potencia que encierra cualquier sueño a los 30 profesionales afanados en emplatar ilusiones vegetales”, ya se merece un premio.

Aduriz pensando titulares mientras toma sopa

Pero lo más interesante o impactante del artículo de Marta Fernández son algunos entrecomillados del cocinero, quien, como siempre y como hacen todos sus colegas, disfruta lanzando titulares a cual más descabellado, provocando que incautos blogueros como el que escribe esto, caiga de nuevo, y les dedique un post. Las tres mejores sentencias:

”Los proyectos de I+D deben tener una función social y un objetivo claro.”

”Yo sirvo cosas que no están buenas, pero que son emocionantes. No cocino en la escala habitual del sabor. Cocinar bueno es muy fácil; yo me entrego, me meto en fronteras enredadas y complicadas.”

”El gran enemigo de la alta cocina no es la exigencia, sino la ignorancia. No hay nada peor que un cliente ignorante.”

¿Qué función social cumplen entonces sus proyectos de I+D? ¿Busca acaso sabores malos pero emocionantes? ¿Por qué no regala entonces un vídeo de la emocionante Speed y deja la comida para quien sabe cocinar? ¿No será acaso él el ignorante? ¿Si cocinar bueno es muy fácil,y él cocina cosas que no están buenas, entonces cocinar mal es difícil? ¿Cómo puede ser un cocinero tan ignorante, mucho más que los ignorantes de sus clientes?

Artículo original de Expansión. Imagen de No se le puede llamar cocina.

Zodiacs «3, 2, 1…» (Dro 09)

Texto publicado en PopMadrid el 13 de julio de 2009

Doce canciones nos regalan Zodiacs en su nuevo disco, canciones que siguen por los mismos derroteros que siempre, con el grupo ya plantado en la escena como uno de los grandes o, por lo menos, en la frontera del gran salto adelante, algo que hace que cualquier movimiento que realicen sea mirado con lupa por los fanes, que estamos con la guillotina preparada ante cualquier debilidad.

Pero en un principio, en el inicio del disco, nada hace sospechar ningún renuncio. El disco comienza de la mejor manera, Un millón de pájaros, con esas guitarras típicas bien claras y en primer plano para demostrar que nada ha cambiado y esa voz tan característica de Ignacio, siempre tan chulesca, tan de Tequila como de los Stones. Por si quedan dudas, sigue Fuego en el aire, golpeando directa, canción que gana bastante con las escuchas.

Guitarras melódicas en No vuelvas más por aquí le dan algo de aire al disco, que no daba respiro en su comienzo. Vuelve enseguida el rock retro con Instinto animal, para saltar a la nueva ola en Carretera del norte, primer single, una buena canción, positiva y con una de las mejores historias y letras, una de las cosas que quizá falta todavía por pulir por parte del grupo, como en En Saturno, que marca la mitad del disco.

Roky Erickson, cantada en modo espacial de una forma un poco afectada abre la segunda parte, donde destaca Ojos brillantes, tan setentera, y la fantástica y magnífi ca Mirada negra, donde Zodiacs se ponen la piel de cordero y nos disparan una gran canción de amor, esta sí, cantada perfectamente. Todavía queda el fi nal, Vuelven los buenos tiempos, para acabar festivamente este nuevo disco de Zodiacs, disco que quizá tiene menos sorpresas que los anteriores, pero que encierra varias grandes canciones y un grupo dispuesto a seguir apostando por el rocanrol.

Los Coyotes y aquellos tiempos del punkabilly

Texto publicado en PopMadrid el 13 de julio de 2009

El otro día me hice con el 10″ de «La Estación Fantasma / Grabaciones Completas de la Era Punkabilly 80/85», vinilo de Los Coyotes editado por Electro Harmonix, que contiene alguna de aquellas joyas que tanto deslumbraron a principios de los ochenta y que, oídas hoy, no están ni mucho menos en fuera de juego. Además de dos inéditos, El Rey del Billar y Aquel Lugar, vienen algunas de mis canciones favoritas de aquella época, sobre todo la surfera y pantanosa Encuentros con la Patrulla Costera, y la que da título al disco, La Estación Fantasma, sobre la estación abandonada, ahora museo, de la línea 1 del metro de Madrid.

Como la perspectiva del tiempo hace ver a diferentes artistas como parte de un mismo grupo, no dejan de verse en varias de las canciones momentos sacados de Derribos Arias o un olor a Tribu de las Chochoni en alguna otra.

Los Coyotes lo inventaron todo, desde el rocabili manonegrista hasta el rock latino, incluso el revival róquer que sufrimos hoy en día, y hasta el macarrismo post-cañorroto de los hermanos Muñoz, como en Pepe, y todo ello lo podemos escuchar en estas canciones desmañadas, en el saxo puntilloso de Ulises Montero, en Víctor cantando a gritos Ella es tan Extraña, en la fantástica Trabajando en el Verano, o como en este vídeo de Líos en el Cine, que parece rodado en las Serrerías Belgas:

The Joe K-Plan «Rigan asesino, OLibia vencerá» (Aloud 09)

Texto publicado en PopMadrid el 8 de julio de 2009

De un grupo instrumental formado por guitarra y batería se espera algo muy especial, y eso es lo que dan The Joe K-Plan a todo el que se atreva a meterse con «Rigan asesino, OLibia vencerá», el primer disco de César, batería de Peluze y Mario, guitarra.

Todo el disco es una provocación, todo está transpuesto, desde la portada, que en realidad es la contraportada, a todos los textos del encarte, que, a medio camino entre una sopa de letras y «The Matrix», son prácticamente ilegibles. Pero todos estos juegos se acaban desde el segundo uno del disco, con la intro Sendero voluminoso y la segunda canción, Nueva Zelanda, que ya muestra todo ese rock expresionista, de no-melodía, maquinismo brutalista, post-todo, vanguardia y free-heavy que ocupa toda la obra del grupo.

A veces, como en Catalina 52, parece que el mar se tranquiliza y se podrá navegar por él, pero la violencia abstracta y caótica vuelve de nuevo y acaba la canción, a pesar de ciertos aromas garajeros, de forma arrebatada. Dolor cinematográ co y pantanoso cubre Fragmentos de una canción dedicada a alguien, o la intensísima y fantástica Tanca la porta una mica, o ese blues subterráneo de El peso del agua.

En un disco sin respiro, lleno de gruñidos y escalofríos, pasan las canciones, abusando del caos como en Bongus Dei, o probando el rock guitarrero en Tete de la course, o sudando en la gran esta del ruido machacón de Monte de Venus. Vuelve a subir el disco en El que suscribe y en Tú tráeme la naranja que yo hago el zumo con su bestialismo intensivo, para acabar el disco en una abusona canción de doce minutos, Antítesis en el rincón del placer, que deja a un exhausto.

Apto solamente para paladares rocosos y muy abiertos a la experimentación, «Rigan asesino, OLibia vencerá», es el disco que le ha dado la gana de hacer a The Joe K-Plan, y que contiene alguno de los momentos mejores y más furiosos editados este año.

Una noche en West Side Story

Texto publicado en PopMadrid el 2 de julio de 2009

Ayer me enfundé mis John Smith para ir a la Casa de Campo a ver la representación de West Side Story, obra maestra de los musicales, obra maestra de la cultura del siglo XX, donde todo se conjugó para hacer una obra inolvidable, la historia de Shakespeare, que ya llevaba por ahí rondando trescientos años, Arthur Laurents que moderniza la idea de Jerome Robbins, y los inmensos Leonard Bernstein y Stephen Sondheim que nos dan una clase magistral de pop avant la lettre (estoy seguro que Rufus Wainwright está totalmente de acuerdo conmigo, y la mitad de Wild Honey, que estaban por ahí, también). Todo lo remató Robert Wise con su película y Natalie Wood con su insultante belleza para que todo el mundo recuerde las canciones y la película.

West Side Story es un musical de verdad, quizá el último, con permiso de Bob Fosse, y no tiene nada que ver con esos excrementos que se llaman musical que se hacen ahora, es como comparar El tercer hombre con Pagafantas. Bernstein compone clásico tras clásico, adaptando canciones según la escena, siendo América cuando la cantan las chicas una fiesta y luego en la escena de la violación de Anita una canción de terror. Como la increíble Gee, Officer Krupke, más desconocida, o las bellísimas Tonight, en la versión normal y cuando Bernstein de forma alucinada mezcla tres o cuatro canciones en la escena antes de la muerte de Bernardo, o I Feel Pretty.

Mucho mejor que cualquier concierto de un grupo de ahora -esperemos a ver qué nos regala en el mismo escenario el día 29 Burt Bacharach-, ayer fue uno de esos días en que te vas en metro a casa -además de imitando los bailes de los Jets y los Sharks- con una sonrisa de oreja a oreja, creyendo que la música es lo mejor que hay en el mundo.

Abraham Boba «La educación» (Limbo Starr 09)

Texto publicado en PopMadrid el 2 de julio de 2009

Es «La educación», el segundo disco Abraham Boba, un disco amable, que nos presenta a un músico en evolución, encantador de melodías y sonidos clásicos, cada vez más clásicos, que
abre la puerta a las guitarras sin perder un ápice de personalidad.

Boba se sale de los márgenes del rocanrol a cada momento, mostrándonos canciones que podrían estar en un musical de hace cincuenta años, ya desde la primera canción, Capital, logrando un aroma que a veces te lleva a Scott Walker pasando por Luis Eduardo Aute.

Hay canciones maravillosas, como Hagásmolo antes de morir, plenas de melancolía y buen humor, donde parece que Boba se siente más cómodo, o la cuarta canción, Frío, una maravilla de country estático, cantada con el único acompañamiento de una guitarra, o Juan y la defensa, emocionante derrota con su épica de andar por casa.

La experimentación llega con Caballo y rey, con voz femenina y aire de cuento de hadas, aunque sin mucho romanticismo en la letra «Hoy no queremos pensar, hoy solo queremos follar. ¿Juegas conmigo? Tengo un caballo y un rey».

Rita y la guerra, donde sobrevuela el fantasma de Nacho Vegas, sirve de puente para otra de las joyas, La vigilia, que cuenta con la guitarra de Julio de la Rosa, cinematográ ca, europea, casi griega. Magnífi ca. El disco casi llega a su fi n con las palmas de Siete veces, una de las canciones más roquistas, casi de Gene Vincent, como dice la hoja de promo.

«La educación» es un muy buen disco, que gana con las escuchas, en escuchas tranquilas, que seguro que gana en directo.