Texto publicado en SPEND IN en octubre de 2014
Las generalizaciones siempre traen problemas y al igual que hace unos años se nos distinguía a los españoles en cualquier lugar del mundo por nuestros impermeables verdes de ir a cazar patos, a nuestros queridos hermanos italianos desde hace un tiempo se les distingue en la lontananza por el plumífero que llevan con su natural elegancia. Y aunque ni todos aquellos cazadores urbanos éramos españoles ni todos los que visten un plumas son italianos sí que en muchos casos la distinción era correcta. Dando otra vuelta a este absurdo ¿Dónde está Wally? en el que me he metido y poniendo a cada país en una rueda de reconocimiento, ¿hubiéramos sido capaces de distinguir un español elegante de uno que no lo era? Sí, por la marca de su impermeable verde, que era Barbour. ¿Y al italiano? Por supuesto, si el transalpino sabe lo que es vestir bien y con calidad es que su plumífero es un Moorer, aunque uno no se compra una chaqueta de esta marca tan exclusiva para que le señalen por la calle por su elegancia, a no ser que quien le señale sea una bella dama a la que invitar a un bellini; no, uno se gasta, o mejor, invierte su dinero en un Moorer para tener el abrigo perfecto, para sentirse bien con uno mismo, cómodo y, por supuesto, para estar bien abrigado.
Moreno Faccincani, fundador de Moorer, tuvo claro desde siempre lo que quería hacer, aprender en el negocio familiar hasta lanzar su propia marca, y eso hizo, primero con Feyem y luego con Jan Mayen Arctic hasta llegar a Moorer su, por ahora, estación final con la que ha logrado el éxito de lo bien hecho, abrigos de alta tecnología, comodidad y belleza o, en palabras del mismo Faccincani, “los plumíferos Moorer son piezas de sastrería: juntan máxima calidad y confort en prendas elegantes que están hechas con los mejores materiales del mercado y prestan gran atención a los detalles”. Este detallismo en el acabado…
Seguir leyendo en SPEND IN.