Bread & Butter 2015

Texto publicado en SPEND IN en octubre de 2014

Al final la famosa feria de moda urbana Bread & Butter ha decidido permanecer un año más en la moderna Berlín cuando aquí estábamos ilusionados con que volviera a nuestra no menos moderna Barcelona. Pero bueno, mientras los organizadores recapacitan iremos sacando nuestro billete hacia la capital alemana para el próximo enero, que visitar esa ciudad siempre es un placer.

“Moda urbana” es un concepto un tanto difuso -algo tan siglo veintiuno- que engloba ropa deportiva, denim, moda casual, tendencias callejeras o ropa funcional, en fin, quizá el resumen pueda denominarse “lujo deportivo”, tal y como cantaban las legendarias Les Biscuits Salés barcelonesas en aquella obra maestra de hace diez años llamada Ese pedazo de onda.

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Kelvingrove. Art Gallery & Museum

Texto publicado en SPEND IN en octubre de 2014

De entre los interesantes museos que alberga la ciudad de Glasgow quizá el Kelvingrove Art Gallery & Museum sea el mejor de todos, el que más atractivos posee. Rodeado en parte trasera por el río Kelvin que serpentea por el Kelvingrove Park, el edificio de ladrillo rojo del museo es imponente lo veas desde donde lo veas, y al revés que la mayoría de los museos del siglo veintiuno su interior, su colección, es también soberbia, destacando el que sea quizá el cuadro más famoso de Salvador Dalí, el Cristo de San Juan de la Cruz, pintado en 1951 y comprado por la ciudad de Glasgow en 1952. Pero estamos en Escocia, en Glasgow, por lo que realmente hay que ver en el museo son las salas dedicadas a Charles Rennie Mackintosh, máximo exponente del Arts and Crafts, nombre del modernismo británico, y del que hasta hace poquísimo se podía visitar en la ciudad una de sus obras maestras, la biblioteca de la Glasgow School of Arts, que lamentablemente ardió parcialmente este año 2014 y en estos momentos está cerrada al público mientras se estiman los daños de esta joya absoluta de la arquitectura y el diseño, una de las bibliotecas más bonitas del mundo. Porque quizá lo más interesante siempre de estos museos regionales es el poder descubrir cosas locales como Mackintosh, porque aunque el arquitecto escocés sea muy conocido, poder ver su obra in situ es algo inolvidable.

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Verdadera biografía de Claudino

Texto publicado en ÇhøpSuëy el 15 de octubre de 2014

claudino

Ramón Gómez de la Serna escribió las mejores biografías que se han escrito nunca en nuestro idioma con su divina verborrea y unas pocas anécdotas de las personas a las que quería homenajear en sus libros. En realidad eran autobiografías simuladas, ya que Ramón hablaba siempre sobre él, un poco como hacemos todos, solo que el madrileño batió el récord del mundo al hacerlo a lo largo de los millones de libros que escribió. Por otro lado, las revistas del corazón más clásicas, como Heart and Lung, Qué me dices!, JAHA o la Maribel que usaba la madre-cloaca de Martín del Castillo como Crítica de la razón pura, se inventan prácticamente todo lo que dicen de las personas que salen en sus páginas; se podrían escribir delirantes biografías de cualquier famoso con datos sacados de ese tipo de publicaciones. Luego, y en el fondo quizá no tan lejanas a las anteriores, están las biografías serias que se marcan tranquilamente capítulos de treinta y siete páginas en los que únicamente se analizan las carcomidas facturas de la leña y de pigmento verde que pagó El Greco en octubre de 1604, encontradas por el autor en un archivo de Benalmádena. En fin, no sabemos nada de nadie; ya lo decía Cristina Lliso: Así que le hablé de mí mientras bailaba, de lo poco que sé de mí.

Con estas excusas de arriba me parece que escribir una biografía de mi vecino Claudino contando solamente tres anécdotas de su vida, en las que además él no es más que un figurante…

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The Armoury

Texto publicado en SPEND IN en octubre de 2014

Dos tiendas en Hong Kong y una en Nueva York son por ahora el resultado de la desbordante pasión por el buen vestir en el hombre de tres jóvenes que hace cinco años en Hong Kong decidieron abrir una tienda en la que encontrar todo lo que querían para ellos. The Armoury se llama la por ahora pequeña cadena y en ella se pueden encontrar las mejores prendas de vestir y complementos masculinos con la única condición de que sean hechos a mano y con la mejor calidad en materias primas y finalizados. Para conseguir este objetivo los fundadores de la tienda han rastreado a conciencia nuestro pequeño mundo en busca de artesanos con los que trabajar, personas que en sus empresas sigan con la tradición en la fabricación de ropa masculina, que hagan con sus manos sus propios productos, con la calidad posible, un diseño perfecto y estilo intemporal.

The Armoury viste al hombre moderno de pies a cabeza gracias a esa exquisita selección mundial de marcas que han fichado, desde los zapatos mallorquines Carmina, la marca creada por los zapateros Albaladejo, cuyos famosos zapatos en cosido goodyear se venden en tiendas de lujo de todo el mundo por la coherencia y perfección de su acabado. Siguiendo por los pies, en la tienda también se pueden encontrar las clásicas zapatillas o slippers de Bowhill & Elliott, que llevan haciéndose en Norwich desde hace 135 años y que en The Armoury se pueden customizar en el color de terciopelo que se desee.

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Eccellenza Moorer

Texto publicado en SPEND IN en octubre de 2014

Las generalizaciones siempre traen problemas y al igual que hace unos años se nos distinguía a los españoles en cualquier lugar del mundo por nuestros impermeables verdes de ir a cazar patos, a nuestros queridos hermanos italianos desde hace un tiempo se les distingue en la lontananza por el plumífero que llevan con su natural elegancia. Y aunque ni todos aquellos cazadores urbanos éramos españoles ni todos los que visten un plumas son italianos sí que en muchos casos la distinción era correcta. Dando otra vuelta a este absurdo ¿Dónde está Wally? en el que me he metido y poniendo a cada país en una rueda de reconocimiento, ¿hubiéramos sido capaces de distinguir un español elegante de uno que no lo era? Sí, por la marca de su impermeable verde, que era Barbour. ¿Y al italiano? Por supuesto, si el transalpino sabe lo que es vestir bien y con calidad es que su plumífero es un Moorer, aunque uno no se compra una chaqueta de esta marca tan exclusiva para que le señalen por la calle por su elegancia, a no ser que quien le señale sea una bella dama a la que invitar a un bellini; no, uno se gasta, o mejor, invierte su dinero en un Moorer para tener el abrigo perfecto, para sentirse bien con uno mismo, cómodo y, por supuesto, para estar bien abrigado.

Moreno Faccincani, fundador de Moorer, tuvo claro desde siempre lo que quería hacer, aprender en el negocio familiar hasta lanzar su propia marca, y eso hizo, primero con Feyem y luego con Jan Mayen Arctic hasta llegar a Moorer su, por ahora, estación final con la que ha logrado el éxito de lo bien hecho, abrigos de alta tecnología, comodidad y belleza o, en palabras del mismo Faccincani, “los plumíferos Moorer son piezas de sastrería: juntan máxima calidad y confort en prendas elegantes que están hechas con los mejores materiales del mercado y prestan gran atención a los detalles”. Este detallismo en el acabado…

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Sociedad Bilbaína. 175 años

Texto publicado en SPEND IN en septiembre de 2014

Por muchas veces que se hayan leído las novelas de Baroja y Unamuno ambientadas en las Guerras Carlistas es difícil imaginarse el Bilbao de hace 175 años, además de que las novelas de ambos genios no van tan atrás en el tiempo y se quedan treinta años después, en la Tercera Guerra; aunque a nuestros ojos dos siglos posteriores mucha diferencia no haya entre ellas. Nada más y nada menos que en 1839 un grupo de vecinos de la capital vizcaína decidió buscarse un lugar de esparcimiento a imagen y semejanza de los ya conocidos clubes ingleses y crearon la Sociedad Bilbaína, un lugar suyo y acogedor donde leer, conversar, jugar a las cartas y al billar. Lo dice bien claro el primer punto de los estatutos de 1839: “La Sociedad tiene por objeto la lectura y el recreo”. Y cumpliendo esa máxima siguen casi siglo y medio después, fomentando la cultura y el ocio en su ciudad. Máximo de Aguirre, principal impulsor de la Sociedad, estaría sin duda orgulloso de su obra, porque ya con cerca de dos siglos de existencia ésta continúa siendo un centro de recreo y esparcimiento donde prima la bilbainidad y la convivencia. Germán Barbier, actual Presidente dice lo mismo con otras palabras al proclamar que “como bilbaíno supone un orgullo presidir una institución tan bilbaína como lo es nuestra Sociedad. Pero lo que más me supone es responsabilidad: responsabilidad por dar continuidad y relevancia a una institución tan nuestra y responsabilidad por acertar en los cambios que obvia e ineludiblemente debe afrontar nuestra Sociedad”.

Inquietos y modernos, se ponen manos a la obra, si llega el alumbrado de gas a Bilbao, al año siguiente ya lo tienen instalado en el edificio de la plaza Nueva, donde tuvo su sede la Sociedad Bilbaína sus primeros cien años de vida. Curiosamente, en un principio en los salones del centro únicamente se podía beber y los socios tuvieron que esperar veinte años para que se pudiera comer en el restaurante; a partir de ahí han sido fieles a la gastronomía, cultura tan arraigada desde siempre en el Muy Noble y Muy Leal Señorío de Vizcaya, organizando todos los años la serie Grandes Maestros de la Cocina, donde cada encuentro invitan a un restaurante de reconocido prestigio de la nacional o internacional para presentar a los socios lo mejor de su repertorio culinario.

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De pintura: Ignacio Goitia

Texto publicado en SPEND IN en septiembre de 2014

Del pintor bilbaíno Ignacio Goitia podrán decirse infinidad de cosas buenas y también algunas malas pero lo que está claro es que desde pequeño ha sabido lo que quería hacer de mayor, ser pintor y dedicar su vida al arte, “durante los años del colegio ya tenía claro que quería estudiar Bellas Artes, incluso a veces sentía que todo ese tiempo de infancia y adolescencia no era más que un mero trámite para llegar por fin a la universidad donde me dedicaría a estudiar y aprender todo aquello que realmente me apasionara”. Esto es lo que se llama tener vocación.

Y eso hizo sin dudarlo dos veces, pintar, aunque primero cometió los típicos deslices de los artistas contemporáneos y se olvidó de dibujar para trabajar “con distintos soportes, lonas de toldos de colores, planchas de hierro, tablas de madera vieja o telas de lino” haciendo una especie de expresionismo lleno de “brochazos, chorretones y dripping”, que vemos parecido por todos lados en la actualidad, hasta que se cansó “de tanto manchón y chorretón y preferí centrarme en perfeccionar la técnica tradicional, ya que entendí que dominándola tendría más libertad para pintar y dibujar lo que quisiese” y se fue a los orígenes de todo, a Italia, a aprender de los clásicos, esto es, de los pintores de verdad.

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Dentro del laberinto

Texto publicado en SPEND IN en septiembre de 2014

«¡Yo te niego el Nidus!” era una frase recurrente en cada episodio de una serie televisiva de los años ochenta del siglo pasado llamada Dentro del laberinto en la que tres niños buscaban en unas cuevas laberínticas el dichoso Nidus que una malvada bruja siempre les negaba. He buscado en Google para recordar la serie y tentado he estado de darle a YouTube y ver un episodio, pero Joaquín Sabina, por una vez en su vida, tiene razón y gracias a él he recordado que “al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver” y no le he dado al play.

Porque si entras en un laberinto tienes que saber volver a la entrada o corres el riesgo de quedar congelado en su interior como Jack Torrance en El Resplandor. Ese riesgo esperamos que lo haya calculado perfectamente el editor Franco Maria Ricci cuando, con la ayuda de los arquitectos Pier Carlo Bontempi y Davide Dutto, ha creado el Labirinto della Masone dentro de la finca que posee a las afueras de la ciudad italiana de Parma, propiedad en la que, en un edificio en el centro del laberinto, planea mostrar su más que interesante colección de arte a partir de 2015. Este laberinto, en el que desde ya queremos perdernos cualquier tarde, tiene siete hectáreas de terreno y está realizado con distintas variedades de bambú.

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100 años de Leica, 100 años de fotografía

Texto publicado en SPEND IN en septiembre de 2014

Hay pocos nombres más míticos que Leica para los aficionados a la fotografía, salpicando su leyenda incluso a los que tenemos como únicos fundamentos fotográficos la Polaroid que nos regalaron en nuestra Primera Comunión y que tenemos colgada del perchero a la entrada de casa junto a una chaqueta de chándal y la medalla de un torneo de pádel del que quedamos finalistas los Gemelos Fantásticos.

Aunque fundada en 1849, casi cuando reinaba Carolo, Leica se vuelve clave en la Historia, con mayúsculas, cuando en 1913 Oskar Barnack crea un prototipo de cámara con negativos de 35 milímetros, es decir, una cámara portátil para llevar colgada del cuello. En 1925 sale en producción y su éxito es inmediato. La máxima de su creador dice todo: kleinen Negative, große Bilder, y tras este lema Leica revoluciona a la vez la fotografía, el periodismo, el arte e incluso la guerra.

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Eso… ¡Sí tocarlo!, de José Luis Moreno

Texto publicado en ÇhøpSuëy el 9 de julio de 2014

Ni tocarlo

El libro que reseñamos en esta nueva sección del fanzine on the rocks ÇhøpSuëy dedicada a clásicos olvidados de la literatura española es una de esas joyas que todo bibliófilo desearía tener en su biblioteca. Prácticamente inencontrable, los pocos ejemplares que se pueden rastrear por Iberlibro alcanzan el escalofriante precio de 1,61€ más gastos de envío. El que atesoro en mi colección fue un regalo de uno de mis exquisitos y adinerados enemigos, ya que pese a mi más que saneada economía nunca he tenido bajo mi colchón dinero suficiente como para meterme en una inversión del calado arriba mencionado.

“Eso… ¡Sí tocarlo!” fue publicado en 1978 por la editorial barcelonesa De Vecchi, que felizmente sigue activa y tiene entre los libros más vendidos de su catálogo maravillas como “Menús de táper”, “50 modelos de papiroflexia” o “La dieta inteligente para runners”, referencias tan relacionadas en el fondo y en la forma con el legendario libro de José Luis Moreno.

En Vainica Doble (Ediciones Júcar, Gijón, 1983), el libro que Fernando Márquez escribió sobre aquellas dos brujitas buenas -con minúsculas, que con mayúsculas solamente hay una Brujita Buena-, decía Jaime de Armiñán de ellas que eran “algo así como un lujo que no nos merecemos, como tampoco nos merecimos a Quevedo o al Arcipreste de Hita”. Lo mismo podemos decir de José Luis Moreno.

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