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De pintura: Ignacio Goitia

Texto publicado en SPEND IN en septiembre de 2014

Del pintor bilbaíno Ignacio Goitia podrán decirse infinidad de cosas buenas y también algunas malas pero lo que está claro es que desde pequeño ha sabido lo que quería hacer de mayor, ser pintor y dedicar su vida al arte, “durante los años del colegio ya tenía claro que quería estudiar Bellas Artes, incluso a veces sentía que todo ese tiempo de infancia y adolescencia no era más que un mero trámite para llegar por fin a la universidad donde me dedicaría a estudiar y aprender todo aquello que realmente me apasionara”. Esto es lo que se llama tener vocación.

Y eso hizo sin dudarlo dos veces, pintar, aunque primero cometió los típicos deslices de los artistas contemporáneos y se olvidó de dibujar para trabajar “con distintos soportes, lonas de toldos de colores, planchas de hierro, tablas de madera vieja o telas de lino” haciendo una especie de expresionismo lleno de “brochazos, chorretones y dripping”, que vemos parecido por todos lados en la actualidad, hasta que se cansó “de tanto manchón y chorretón y preferí centrarme en perfeccionar la técnica tradicional, ya que entendí que dominándola tendría más libertad para pintar y dibujar lo que quisiese” y se fue a los orígenes de todo, a Italia, a aprender de los clásicos, esto es, de los pintores de verdad.

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Con un seis y un cuatro: Pintando a Franco

Texto publicado en Jot Down en febrero de 2012

Todos los españoles somos, como decía de sí mismo Jardiel, feos, bajitos y verdosos, y debido a ello, complicados de retratar. Solamente iluminados como Goya fueron capaces de sacar de la cara de oler mierda al estilo Victor Mature que tenía Fernando VII en algún brillante retrato, pero con Franco parece que nuestros retratistas fueron incapaces de idealizar a esa especie de vecino de abajo que era el ferrolano, y tampoco creo que fuera peor modelo que Fernando VII. Dejamos fuera de la comparativa a Carlos II por su cara hors catégorie. El pobre era más feo que un trueno.

Entre la biblioteca que me dejó mi padre, llena de clásicos, de libros de historia de Galicia y de coleccionables del ABC, está una Vida de Franco que vino en el Blanco y Negro del periódico de las grapas el año 1985, a los diez años de la muerte del dictador, sobre la que voy a construir estas líneas acerca de los retratos que le hicieron en vida. También me he leído (la hagiografía del ABC solamente la he hojeado) el artículo La construcción de un mito. La imagen de Franco en las artes plásticas en el primer franquismo (1936-1945), que Ángel Llorente Hernández publicó en 2002 en la revista Archivos de la filmoteca: Revista de estudios históricos sobre la imagen. Sobre este tema casi solamente se puede escribir de oídas, ya que ver los retratos en persona debe de ser bastante complicado si tomamos como referencia la experiencia del artista Fernando Sánchez Castillo, quien obsesionado con la iconografía franquista, además de prensar los restos del Azor —espero que sin los paneles pintados por mi héroe Urbano Lugrís dentro—, ha intentado hacer una serie fotográfica sobre las estatuas ecuestres de Franco, consiguiendo solamente permiso para ver una de la docena que hay escondidas por ahí, la que estaba en Barcelona, según decía hace poco en una entrevista en la que presentaba su intervención en el famoso yate. Debe de ser más fácil ver La Natividad con San Francisco y San Lorenzo debajo de la cama del mafioso napolitano que la robó hace ya cincuenta años que cualquier retrato de Franco. 

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Charris y Teenage Fanclub. Viaje al blanco

Texto publicado en PopMadrid el 19 de mayo de 2008

Releo el catálogo de la antológica de Ángel Mateo Charris que hubo en el IVAM en 1999 y no sé por qué me viene a la mente ”Songs From Northern Britain” de Teenage Fanclub, solamente un par de años anterior a la exposición del artista de Cartagena. Toda la imaginera fotográfica del disco de TFC está en la obra de Charris de esos años, las ferias y atracciones cerradas, sin gente, paisajes hopperianos -martimos y mediterráneos en Charris y interiores y británicos en los escoceses-, llenos del frío-calor del que se llenan la boca los deprimentes cocineros estrella.

Y, claro, he puesto el disco, mientras intento que la casa entre en calor para evitar el enfriamientocalentamiento global de mis pies y nariz, que ahora mismo parezco uno de los personajes de los cuadros de la exposición Blanco de Charris, que vi en la Casa de Vacas hace ya cinco años y que me convirtió, al igual que cuando escuché ”Grand Prix” con TFC, en seguidor del pintor. Qué bueno es ”Songs From Northern Britain” -ahora suena Speed Of Light-, es uno de los discos más relajantes, que mejor me hacen sentir que tengo. When the wind’s around you blowing, Don’t forget to let your feelings go.

Ya voy por la segunda escucha, aunque antes del 1 he puesto de nuevo Speed Of Light. Entre ”Bandwagonesque”, Biblia para visionarios como fernandoleon (”Bandwagonesque es mi disco favorito de TFC y entre los siete favoritos de todos los demás grupos del mundo y de la historia de la música popular”), o ”Grand Prix”, libro de la Verdad para conocedores como Luis (”Bandwagonesque no le llega ni a la suela del zapato a Grand Prix”), yo creo que me quedo con la tercera vía, ”Songs From Northern Britain”. Bueno, vale, ya, me voy a ver CSI.

”Baste decir que somos unos de esos creadores empeñados en lanzar su avión de juguete a un cielo plagado de aviones de juguete». Ángel Mateo Charris