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Quique González contra Townes Van Zandt

Texto publicado en Jot Down en octubre de 2011

Este verano me llevé para leer en la playa Quique González: Una historia que se escribe en los portales, de Eduardo Izquierdo y editado este mismo año 2011 por 66rpm y A Deeper Blue: The Life and Music of Townes Van Zandt, escrito por Robert Earl Hardy en 2008 para la University of North Texas Press. El primero lo acabé rápido en Galicia y el segundo lo acabo de terminar esta semana en el metro.

A ambos músicos los conocí con retraso, pero ahora soy adicto a los dos. A Van Zandt llegué a través de la versión que Tindersticks hacían de su canción Kathleen, cuando ya había muerto o estaba a punto de hacerlo, y a González no empecé a seguirlo de verdad hasta su cuarto o quinto disco.

Como buenas biografías de músicos, en las portadas aparecen los protagonistas tocando la guitarra, uno de espaldas en un concierto y otro tirado en la cama de un hotel con el bastón al lado y el paquete de tabaco en la mesilla; todo muy clásico.

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Quique González. Sota. Caballo. Rey

Texto publicado en PopMadrid el 28 de diciembre de 2008

Cuando todo se junta para que un concierto sea un éxito, la mayoría de las veces suele serlo. Así que si juntas a un público entregado que canta y se sabe de memoria todas las canciones de un concierto, que juega a adivinar antes que sus amiguitos cuál es la siguiente canción por el primer acorde que suena (como unos plastas que tenía detrás), con un repertorio elegido por los asistentes al concierto votando en la página de red del músico -repertorio que ya cubre media docena de discos-, con una banda muy compenetrada y un protagonista tan tímido como carismático, con una sala acogedora -a pesar del guardarropa- con un magní co sonido, y con las fechas navideñas, si no tienes un éxito no tienes perdón de Dios.

Quique González iba a actuar un solo día, vendió todo el papel -además de reducir el aforo el
Ayuntamiento- por lo que puso otra fecha más en Madrid, y ayer me enteré que ha añadido otra fecha más, el martes.

Palomas en la Quinta, Salitre, Y los conserjes de noche, Kamikazes enamorados, Hotel Los Ángeles, Pequeño rock & roll, La ciudad del viento, Personal, Miss camiseta mojada. Todas, todas las mejores canciones de Quique González menos Aunque tú no lo sepas sonaron ayer en Joy Eslava, es decir, una absoluta gozada para cualquier seguidor del músico madrileño.

No sé si quedarán entradas para el martes, pero me estoy pensando seriamente volver a verlo.

Quique González & La Aristocracia del Barrio ”Avería y redención #7” (Warner, 07)

Texto publicado en PopMadrid el 7 de octubre de 2007

Quique González ha vuelto, más moderno que nunca, es decir, más clásico. Con un sonido espectacular, los tres primeros discos de Quique parecen a años luz estilísticamente de este disco nuevo, que, guiado por la omnipresente llama de Wilco, logra presentarnos su mejor colección de canciones.

A pesar de que entre las cuatro primeras canciones hay canciones buenísimas, como Pequeñas monedas y grandes mentiras, o la que canta con Leiva de Pereza (¿quién va a ser el primero que diga que no son tan malos?) y que da título al disco, da la impresión de que el disco empieza realmente con la quinta canción, Hay partida, que solamente con el título y la primera estrofa, «He venido a beber y escribir, he venido a coger lo que es mío, por eso estoy aquí, te marca lo que es el disco, un disco en el que se apuesta por el rocanrol -como decían Más Birras– como único modo de seguir la partida.

Hay muchas más canciones soberbias en el disco -con diecisiete canciones es fácil-, como la espectacular versión a lo Leonard Cohen del clásico de Diego Vasallo La vida te lleva por caminos raros, que Quique americaniza y domina a la perfección, o alguno de los medios tiempos que recorren el disco -quizá herederos de «Kamikazes Enamorados»- como Los desperfectos, acústica y desolada a partes iguales.

La voz de Quique, unas veces susurrante y casi nunca rabiosa, tiene la novedad esta vez de unos preciosos y algo efectistas quiebros de voz con los que recita sus letras, en las que ha conseguido hacer de los defectos virtudes, logrando ya una poética -tan manida como efectiva- completa, poblada por ferias, coches, boxeadores y hoteles que no rechina en (casi) ningún momento.

En la contraportada de las hojitas con las letras, una foto de un montón de discos desordenados, nueva pista para saber por dónde van los tiros. En el centro, la caja «Texas Troubadour de Townes Van Zandt, un par de discos más arriba la edición compartida de «GP» y «Grievous Angel» de Gram Parsons, y, en la cima de la torre, «Abbey Road». Hagan juego, señores.

La película de Quique González

Texto publicado en PopMadrid el 27 de abril de 2006

Este lunes me compré «Ajuste de cuentas», nuevo disco de Quique González, que es un recopilatorio en directo más unos cuantos temas nuevos, también en directo y muy buenos. Normalmente lo habría dejado pasar unos meses, o incluso habría pasado de él al ser unas canciones que ya tengo en otros discos. Pero el dvd añadido en la primera edición me hizo salir corriendo en cuanto cobré. Y llegué a casa y vi la película del concierto de Quique González.

Las canciones son muy buenas (estando de acuerdo con Pablo en su comentario cuando dice que alguna letra le chirría, y que está a veces en la frontera de lo que no le gusta) y su ejecución también, y alguna de mis favoritas, como Pájaros mojados, ganan en su versión en directo. Las canciones que cantan los invitados están muy bien elegidas, pegan con sus estilos, y ahí es muy divertido ver al titiritero Bunbury imitándose a sí mismo, o imitando a un imitador suyo, o a lo mejor es de verdad un imitador de Bunbury, da igual, no sé, lo único que sé es que molesta mucho en la estupenda Pequeño rock & roll (canción que debería haber cantado o Calamaro o Coque Malla).

Lo que me molesta es la actuación en sí, esa moda o manía que hay últimamente por la que parece que la única manera de editar un concierto en vídeo es en formato acústico con unas alfombras asquerosas en el suelo y unas velas repelentes encima del piano, estoy harto de tanto ”básico”y ”unplugged”. El concierto está muy bien filmado, aunque algunos primeros planos de Quique parezcan rodados dos meses después y el público -casi escamoteado en el montaje final- esté sentado lejísimos de la banda.

El resultado: 23 canciones en directo de Quique González, no un concierto de Quique González, y yo quería ver un concierto.