Archivo por meses: junio 2014

El MUSAC. A por los 10 años

Texto publicado en SPEND IN en junio de 2014

De entre todos los museos abiertos en las capitales de provincia durante la bonanza de principios de siglo ninguno se mantiene tan sano como el MUSAC de León, ya que no solamente sigue teniendo el edificio más reconocible de toda la avalancha de nuevos museos, gracias al excelso lápiz de Mansilla y Tuñón Arquitectos, si no que además su programación mantiene la calidad y la intención que debe tener un centro de arte moderno.

En la primera parte de la temporada de exposiciones, la del primer semestre del año, leoneses y visitantes hemos podido disfrutar de propuestas tan interesantes como las del grupo A UA CRAG y su ­espectacular archivo creado en los años noventa del pasado siglo; la serie de lecture-performances sobre nuevos formatos, lugares, prácticas y ­comportamientos artísticos; o la antológica de la artista multimedia catalana Alicia Framis, en la que nos hemos sorprendido y emocionado con sus obras, donde conviven con naturalidad moda, arquitectura y diseño, como sus conocidas obras Anti_Dog o Compagnie de ­compagnie.

Seguir leyendo en SPEND IN.

The Hamptons: Alma y corazón

Texto publicado en SPEND IN en junio de 2014

Los Hamptons son un conjunto de pequeñas poblaciones residenciales situadas en el extremo de Long Island, antaño pueblos balleneros y desde hace cien años el sitio más exclusivo de veraneo de la Costa Este estadounidense junto con la más al norte Martha’s Vineyard, zona de la que hablamos en estas mismas páginas hace un par de números refiriéndonos a un hotel centenario, el Harbor View Hotel. Tanta exclusividad ha llevado a alguno de estos pequeños pueblos a estar entre los códigos postales con las viviendas más caras de todo Estados Unidos, concretamente Sagaponack es el pueblo más caro de toda la nación según la publicación Business Week, y hay otros dos códigos de los Hamptons entre los diez primeros, Water Mill y Bridgehampton.

Uno solamente tiene dos opciones para acercarse a la zona, si va en temporada alta un día de gran afluencia de turistas parece que está trabajando como extra en algún rodaje multitudinario de Cecil B. de Mille de tanta gente que hay, pero si uno se acerca desde Nueva York entre semana o en temporada baja parece estar en otro tipo de rodajes, en un anuncio de Gant o de Tommy Hilfiger, con las playas que parecen recién puestas para que uno pasee en bermudas y con la camisa remangada. La temporada alta, que va de mayo a septiembre, es cuando las élites neoyorquinas emigran a los Hamptons y abarrotan los tranquilos y minúsculos pueblos, donde celebran grandes fiestas en las mansiones que los pueblan y en las preciosas playas que los rodean, aunque las fiestas playeras tengan el horario restringido por la comunidad.

Seguir leyendo en SPEND IN.

Jeremy Hawkings y su amor por Escocia

Texto publicado en SPEND IN en junio de 2014

Aunque parezca una versión desmañada de la glamurosa Inglaterra, en la fría Escocia uno puede disfrutar de cualquier lujo que se le ocurra casi con la misma facilidad que en los más cálidos territorios de sus vecinos más al sur, siendo uno de los más comunes hoy en día, y de los pocos que realmente están justificados y tienen sentido, el alojamiento, el poder comer y dormir en un sitio cómodo e inolvidable, en el extremo opuesto de los bed & breakfast británicos, en muchos casos también inolvidables pero por lo terrorífico. Para poner a Escocia en los circuitos de hoteles de alto standing nació hace ya veintidós años Connoisseurs Scotland, una empresa de marketing hotelero que agrupa por el momento a veintiocho hoteles de cinco estrellas, rango indispensable para entrar en este club hotelero. La otra condición para ser un hotel de Connoisseurs Scotland es que no haya otro hotel de la misma cadena muy cerca.

Seguir leyendo en SPEND IN.

La cama desecha de Marilyn

Texto publicado en SPEND IN en junio de 2014


Ya no quedan palabras nuevas que decir sobre Marilyn Monroe, no queda ningún adjetivo que asociar a aquella prototípica rubia californiana que, haciéndose la tonta, se abrió camino en el maravilloso cine de mediados del siglo XX para llegar a completar en apenas diez años una filmografía casi perfecta, rodando obras maestras como La jungla de asfalto, Eva al desnudo, Cómo casarse con un millonario, Con faldas y a lo loco o Vidas rebeldes. Casi ninguna de sus películas es olvidable; ya fuera ella o su representante quien escogía los guiones, lo hacía con una inteligencia que ya hubiera querido para sí Hedy Lamarr, que rechazó nada menos que Casablanca, Luz de gas y Laura… Aunque la vienesa ya se entretenía lo suyo inventando el WiFi para todos nosotros en sus ratos libres.

En 1961, un año antes de su muerte, ya de lleno en su espiral de alcohol y drogas, Marilyn posó para un joven fotógrafo canadiense llamado Douglas Kirkland, a quien la revista Look había encargado un reportaje sobre la estrella para celebrar el vigésimo quinto aniversario de la publicación. La actriz quiso intimidad, dijo como los toreros “dejadme sola” y todos salieron de la habitación, quedando ella a solas con el fotógrafo. Él, con su Hasselblad; ella, desnuda en una cama, tapada únicamente con una sábana blanca. Y Kirkland apuntó y se puso a sacar fotos a la mujer total, y ella le respondió juguetona, traviesa, es decir, extremadamente sexy, posando abrazada a la almohada, enroscada en la sábana, retozando y poniendo mohínes y, como no podía ser de otra forma, creó el enésimo mito sobre la Monroe, una sesión de leyenda en la que las fotografías que la componen muestran a una Marilyn estremecedoramente bella a sus treinta y cinco años, más hermosa y frágil que nunca, más mujer y mucho más atractiva que todas las jovencitas quince años menores que ella que buscaban la fama por Hollywood en aquellos años…

Seguir leyendo en SPEND IN.

Harbor View Hotel, Edgartown

Texto publicado en SPEND IN en junio de 2014

Martha’s Vineyard ha pasado en los últimos cien años de ser una isla casi completamente dedicada a la caza de ballenas a ser una de las zonas turísticas más exclusivas de Estados Unidos, quizá debido a su equidistancia de dos de los centros de riqueza mayores del mundo, Nueva York y Boston. Y durante ese siglo de evolución en las costumbres del lugar el hotel Harbor View ha permanecido en pie alojando sin descanso a visitantes deseosos de pasar un tiempo agradable en uno de los lugares más bonitos que puedan encontrarse y con unas comodidades como las de su propia casa.

Fundado en 1891, año en el que nace Cole Porter y muere Herman Melville, quizá en los primeros años de vida del hotel pudo pasar unos días en él el mismísimo Queequeg en uno de sus descansos entre cacería y cacería, con su arpón y su cuerpo repleto de tatuajes, que seguro que no extrañaban nada a los empleados del hotel, habituados a los balleneros, al igual que seguro que hoy no les molestan los hipsters tatuados que se pasean con sus pantalones pitillo por los salones de la Gran Dama de Martha’s Vineyard, como es llamado el hotel en la isla. Quizá para el hilo musical del hotel más que Cole Porter, aunque éste también cuadre perfectamente, encaje mejor el músico parisino Michel Legrand con la banda sonora que compuso para Verano del 42, película que se desarrolla en la vecina isla de Nantucket y cuya protagonista, la inolvidable Jennifer O’Neill, se paseaba por las playas mirando al mar, un poco como Jorge Sepúlveda pero sin bigote y con uno de los rostros más bellos de la historia del cine, mientras sonaba de fondo la elegante y dulce melodía compuesta para el filme.

Seguir leyendo en SPEND IN.

Los Babosos y las Hornadas Irritantes

Texto publicado en Jot Down en junio de 2014

Cincuenta años después de la polémica que tuvo lugar durante la Guerra Civil en la revista Hora de España entre Ramón Gaya y Josep Renau sobre la pintura y el cartelismo, sobre lo emocionante y lo social, en el barrio madrileño de Malasaña se libró una nueva batalla sobre el significado y el valor del arte. En este caso entre unos grupos de música moderna que hablaban sin complejos de emociones y otros que defendían la intrascendencia del pop como pura diversión. En realidad dos caras de la misma moneda, la de la búsqueda de unas bocanadas de aire fresco de las que escapar del rock cabezón y de los cantautores abrasantes llenos de pelo de finales de los años setenta del siglo pasado.

Por el lado de los grupos divertidos, los ofensores, autoproclamados las Hornadas Irritantes gracias al ingenio de Patacho, guitarrista de Glutamato Ye-Yé, la alineación era la siguiente: principalmente los grupos Glutamato Ye-Yé y Sindicato Malone, a los que en distintos grados se sumaban Derribos Arias, Ciudad Jardín, Los Elegantes, Pelvis Turmix, Siniestro Total y los fanzines 96 lágrimas y La pluma eléctrica. En el bando de los ofendidos, llamados Babosos por los anteriores, la alineación era más clara, ya que el objetivo de los dardos fueron siempre Los Secretos y Mamá, añadiendo luego al listado según conviniera a Nacha Pop, Tótem y Los Modelos.

Prácticamente toda la prensa se puso del lado de las Hornadas Irritantes riéndoles la gracia y, aunque la gran mayoría de los grupos protagonistas se volatilizaron en un par de años, la terminología quedó grabada a sangre y fuego en el corazón de la Nueva Ola Madrileña, como se puede leer en Enrique Urquijo. Adiós tristeza (Rama Lama Music, 2005), la biografía que Miguel Ángel Bargueño escribió de Enrique Urquijo, donde el autor narra una escena digna de Nacho Canut pero protagonizada por el líder de Los Secretos quien, cuando le enseñaron en las oficinas de DRO la versión que de «Quiero beber hasta perder el control» habían hecho Fito y los Fitipaldis se levantó y, en vez de alegrarse, se encaró con el directivo de la disquera gritándole «¡Mira aquí los babosos! ¡Los babosos aquí seguimos!».

Seguir leyendo en Jot Down.