Amy Winehouse ”Back to Black” (Island/Universal, 07)

Texto publicado en PopMadrid el 16 de enero de 2008

Editado este disco de 2006 en España hace ya varios meses, es hoy cuando en todas las grandes superficies aparecen displays con la esmirriada imagen de la cantante de Enfield. ”Back to Black” es un disco raro en cuanto es de un género musical de glorioso pasado pero del que casi no salen nuevas grabaciones importantes, y que quienes casi obligatoriamente deberían practicarlo se entretienen hoy recitando textos o bailando frenéticamente. Y en estas llega una inglesa blanca, mezcla de Billie Holiday y de Lauryn Hill, como dice Allmusic, y se marca un disco de arqueología soul intachable.

A pesar de la preferencia en ”Back to Black” por el jazz vocal de los cincuenta o el soul y el rhythm & blues sesentero, hay otra vertiente en el disco que sobresale, que son las composiciones más acancionadas, más frías y distantes, como You Know I’m No Good, cantada a medio camino entre Beth Gibbons y Eartha Kitt, o la maravillosa Some Unholy War, en las que Amy Winehouse practica un nada desdeñable trip-hop acústico con sangre en las venas.

Pero los singles y la asombrosa inmediatez de ”Back to Black” salen de las canciones más soul y rhythm & blues, en donde las historias de amor y celos, regadas, como buena estrella del soul que se precie, con abundante alcohol, brillan mucho más. Empezando por la primera canción, la gran Rehab, en donde Mark Ronson literalmente se sale con los vientos, cuerdas y demás campanillas que adornan la voz de la Winehouse negándose a ir a la granja a rehabilitarse porque tiene que quedarse en casa a escuchar a Ray Charles; o la tercera, Me & Mr Jones, una deslenguada y cincuentera canción de amor. Le sigue un muy decente soft-reggae sostenido por los vientos, que sirve de descanso para llegar a la canción que da título al disco, una obra maestra llamada Back to Black -a la que poco le quedará para sonar en M80-, una canción muy Nueva Orleáns arreglada con unos cinematográficos violines que ya quisieran para sí Tindersticks, y que ayudan a crear la mejor canción blues blanca desde el One More Try de George Michael. A semejante canción le sigue una de las más prescindibles del disco, una más del repertorio de cantantes vocales de los setenta en Las Vegas, para llegar al otro éxito, Tears Dry On Their Own, con su sampler de Ain’t Not Mountain High Enough. Luego, más arqueología con una canción, que, llevada por el piano, casi parece un vals, cuando no es más que otra muestra más de Motown, al igual que la décima canción (de agradecer también que solamente tenga diez canciones el disco, todo el mundo debería aprender), saltarina a más no poder y que más que nada sirve de puente para lo inevitable, que es darle al uno de nuevo y volver a empezar con el disco.

Amy Winehouse se nos muestra en ”Back to Black” en todo su esplendor, como una cantante muy válida y, sobre todo, como una magnífica compositora. Vendrán tiempos peores, está claro, y este disco quedará en la carrera de la cantante británica como la joya de su corona, y como uno de los discos más sobresalientes de los últimos años en el Reino Unido.

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