Texto publicado en PopMadrid el 8 de diciembre de 2008
Josele tiene una trayectoria tan impecable y está ya tan de vuelta de todo, que parece que cualquier cosa que saque se aprueba sin más por la multitud de fans que idolatran al músico malasañero. Pero es que la calidad de su obra nunca llega a rozar un nivel de emergencia por baja calidad, quizá solamente su anterior disco, ”Garabatos”. En ”Loco encontrao” vuelve a estar en el nivel estratosférico de antaño.
Josele es un clásico que no se parece a nadie, solamente a él. Donde algunos imitadores resultan chocarreros él muestra su perenne sorna, donde otros sacan a la calle modas y cosas raras él se muestra tan moderno en su clasicismo que apabulla. Solamente su esnobismo -cuando decir Josele siempre fue antónimo de snob- a la hora de abusar de las desinencias en ”ao”, que en algunas canciones quedan bien, cañí, pero que en otras puede echar atrás en su disfrute, lastra ”Loco encontrao”.
Menos lineal y más intenso que su anterior disco, ”Loco encontrao” nos lleva por los trillados caminos del rock, del blues y del jazzbandismo de piano-bar tan clásico en Josele, y las canciones cuentan las historias de siempre, unas en primera persona y otras en segunda, historias de culos de mal asiento, de perros y peces, de amistad, amor y resacas, de pereza por todo, de cosas en las que te metes aunque sepas -como Maqroll– que van a acabar mal, de excursiones papirofléxicas al baño, del antirromanticismo tecnológico y oficinesco (aunque aquí siempre sea mejor escuchar La funcionaria o aquello de ”A ti te mandan rosas y son de invernadero, a mí cartas de amor escritas en ordenador.”) o de la sorpresa de la madurez.
Frases y canciones geniales como la confesional Loco encontrao; las preciosas historias de perros de Bernardo (”Lámeme y te sobo, encantao. Tuve un perro bobo que ahora anda extraviao. Extraviao, como yo. Perro idiota. Asustao, despistao”) y Mar de fondo, con sus nostálgicos aullidos; Vuelo de volar y su homenaje a los amigos caídos; y Siendo güeno, en donde Josele se encarna en un Trenet castizo y cupletista (”Me quedo en casa. Discos de jazz. Es lo que pasa si te aburre trasnochar”).
”Loco encontrao” nos devuelve al Josele socarrón de siempre, al compositor iluminado de ”La vida mata” y al intérprete con voz cascada que tantos adoramos.
Me acerqué ayer con un amigo a rendir pleitesía a Josele Santiago, que tocaba en el incomodsimo Galileo junto con Vilma y los Señores, de los que solamente llegamos a un par de intensas salmodias post-folk que escuchamos mientras pedíamos unos botellines y terminábamos de despellejar a Mijatovic, y Coque Malla, siempre interesante en todo lo que hace, menos en dejarse bigote, que tocó tras Josele unas cuantas canciones, entre ellas una bellísima ranchera que le hubiera gustado mucho a Gram Parsons y a Enrique Urquijo, y que me convenció tanto que voy a rebuscar sus dos discos en solitario en los cajones de saldos.
Ayer tomando unas cañas por Lavapiés con unos amigos, mientras uno de ellos hablaba de la diferencia entre las celebraciones de la muerte en México y Nueva Orleáns, se nos apareció en la acera Josele Santiago, Dios y Hombre Verdadero. Daba pasos pequeños con su bastón, paseando cual Baroja, con la camisa abierta hasta el ombligo, rodeado por un par de anónimos apóstoles que le protegían.