Texto publicado en PopMadrid el 13 de julio de 2009
Doce canciones nos regalan Zodiacs en su nuevo disco, canciones que siguen por los mismos derroteros que siempre, con el grupo ya plantado en la escena como uno de los grandes o, por lo menos, en la frontera del gran salto adelante, algo que hace que cualquier movimiento que realicen sea mirado con lupa por los fanes, que estamos con la guillotina preparada ante cualquier debilidad.
Pero en un principio, en el inicio del disco, nada hace sospechar ningún renuncio. El disco comienza de la mejor manera, Un millón de pájaros, con esas guitarras típicas bien claras y en primer plano para demostrar que nada ha cambiado y esa voz tan característica de Ignacio, siempre tan chulesca, tan de Tequila como de los Stones. Por si quedan dudas, sigue Fuego en el aire, golpeando directa, canción que gana bastante con las escuchas.
Guitarras melódicas en No vuelvas más por aquí le dan algo de aire al disco, que no daba respiro en su comienzo. Vuelve enseguida el rock retro con Instinto animal, para saltar a la nueva ola en Carretera del norte, primer single, una buena canción, positiva y con una de las mejores historias y letras, una de las cosas que quizá falta todavía por pulir por parte del grupo, como en En Saturno, que marca la mitad del disco.
Roky Erickson, cantada en modo espacial de una forma un poco afectada abre la segunda parte, donde destaca Ojos brillantes, tan setentera, y la fantástica y magnífica Mirada negra, donde Zodiacs se ponen la piel de cordero y nos disparan una gran canción de amor, esta sí, cantada perfectamente. Todavía queda el final, Vuelven los buenos tiempos, para acabar festivamente este nuevo disco de Zodiacs, disco que quizá tiene menos sorpresas que los anteriores, pero que encierra varias grandes canciones y un grupo dispuesto a seguir apostando por el rocanrol.